Cada año los padres de Jesús iban a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. 42 Cuando Jesús tenía doce años, fueron allá como de costumbre. 43 Después de la fiesta se regresaron a su casa, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo supieran. 44 Pensaban que Jesús estaba con el grupo y viajaron por un día. Al buscarlo entre los familiares y amigos, 45 no lo encontraron. Así que regresaron a Jerusalén para buscarlo allí.
Lucas 2 PDT
La familia de Jesús era muy unida. Cada año caminaba varios kilómetros desde su casa hasta el templo de Jerusalén. No tenían auto ni bicicletas, así que iban juntos caminando con otras familias. Seguro los chicos jugaban y se divertían en el viaje, corrían y hacían todo tipo de juegos en el camino, y Jesús no era la excepción. Por eso un año su papá y su mamá pensaban que estaba divirtiéndose con sus amigos al regresar… pero resultó que él se había quedado en el templo hablando con los maestros de la ley. ¿Cómo pudo pasar esto? Y… evidentemente Jesús durante los viajes siempre jugaba con sus amigos hasta la hora de parar para comer.
Me gusta mucho saber que Jesús de chico jugaba como lo hacemos hoy, y esto me hizo acordar que cuando era chica aprendí a jugar con las cartas a «la casita robada». ¿Lo conoces?
Fue mi abuela quien me enseñó a jugar. Pasábamos horas juntas, intentando ganarle y disfrutando de ese tiempo compartido. Con el tiempo, cuando ya era un poco más grande, me enseñó a jugar a “la escoba de 15”. Al principio me costaba mucho porque me resultaba difícil hacer cuentas mentalmente. Pero, como me había enseñado a sumar con los dedos, pronto se me hizo más fácil. ¡Seguíamos pasando ratos muy divertidos!
Además de estos juegos, había otros como el dominó y muchos momentos en familia. Algunos los jugaba con mis abuelos, otros con mis hermanos.
También estaban los clásicos juegos de siempre como el “veo veo” y el “tutti frutti”, que nunca faltaban.
Hoy en día, hay otros juegos que son populares, como el Roblox, el Fortnite, FIFA o el Minecraft, por nombrar algunos. Pero me gustaría hacer una propuesta a las familias: ¿Por qué no dedicar un rato para recordar los juegos que jugábamos cuando éramos niños? Pueden compartir esas historias y, si se animan, jugar juntos a alguno de esos juegos que solían disfrutar.
Algunos juegos, como el ajedrez, pueden llevar tiempo para aprender, pero el simple hecho de compartir este tipo de momentos es muy valioso.
Jugar juntos no solo nos permite divertirnos, sino que también nos enseña lecciones importantes como la paciencia, el trabajo en equipo y disfrutar la familia. No importa si los juegos son de antes o de ahora, lo fundamental es estar juntos.
Aprovechemos cada oportunidad para fortalecer los lazos familiares.
Dios nos invita a compartir sus enseñanzas constantemente, compartamos también momentos de amor y aprendizaje con nuestros hijos.
Dios diseñó a la familia para que disfrutemos estar juntos de todas las formas posibles