Activando los sentidos

Hagamos un poquito de repaso escolar… ¿Te acordás de los cinco sentidos?
Solo para refrescar la memoria —y si querés, repetilo conmigo—: vista, gusto, oído, tacto y olfato.
En lo que vamos a leer hoy, aparecen varios de ellos, y vas a darte cuenta de lo importantes que son para nuestra vida con Jesús.

En nuestra Biblia, en el libro de 1ª de Juan 1:1, dice así (si querés, leemos juntos):

“Les escribimos acerca de lo que siempre ha existido. Lo hemos oído, lo hemos visto con nuestros propios ojos, lo hemos observado y lo hemos tocado con nuestras propias manos. Hablamos de Aquel que es la Palabra que da vida.”

¡Qué importante es usar nuestros sentidos!

En esta carta que escribe Juan, un discípulo muy cercano a Jesús, lo llama Verbo… ¿Sabés por qué?
Los verbos son palabras que expresan acción, y Jesús, desde el principio de todo, actuó: hizo el mundo y todavía hoy lo cuida. Es una manera de explicarlo, ¿no?

Juan, al escribir, resalta en sus primeras frases: “lo que hemos oído”. Durante mucho tiempo escuchó a Jesús, lo vio actuar, lo abrazó, compartieron la vida juntos. Por eso habla de Él con tanto amor y seguridad.
Y vos y yo, que también escuchamos historias de Jesús, que leemos la Biblia, que lo sentimos cerca… también ponemos en acción nuestros sentidos.

¿Viste cuando la seño o el profe de la Escuela Bíblica pide silencio para que todos escuchen?
¿O cuando nos muestran un video o hacemos alguna actividad para compartir con otros?
No solo estamos aprendiendo del amor de Jesús, sino que también nos estamos activando para contárselo a muchos más.

Así como Juan escribió cartas, vos también podés escribir una —o mandar un mensajito, o subir algo a tu estado— contando lo que escuchaste de Jesús, o lo que aprendiste en la Escuela Bíblica.
No te quedes callado, no te quedes callada.
Tenemos que activar nuestros sentidos y ponerlos en acción.

Juan vivió el amor de Jesús con todos sus sentidos.
Hoy quizá no podamos abrazarlo físicamente… pero podés abrazar a tu mamá, a tu papá, a tu hermano o hermana, a la abuela, al tío, a un primo o una amiga.
Si lo hacés pensando en el amor de Jesús, vas a sentir su abrazo en vos. Y así, vas a estar contando del amor de Jesús, como hizo Juan.

Vas a practicar el gozo, que es muy distinto a la felicidad: el gozo viene de Dios, no depende de lo que pasa afuera, sino de lo que pasa adentro.

¡Dale, activá!

Salí de tu comodidad.
Escribí sobre Jesús.
Escuchá alabanzas que cuentan sus maravillas.
Abrazá como abrazaría Él.

Sé valiente.

No te olvides que no estás solo ni sola: somos muchos los que seguimos haciendo historia.