Amigos en el Camino

La generosidad de Jesús no es solo para los amigos. Él nos enseña que tenemos que amar a todas las personas por igual. Cuando Jesús enseñó esto, una persona le preguntó: «¿Amar a todos… todos, todos?». Jesús respondió: «¡Sí!». La persona insistió: «¿Pero, aunque esta persona no sea igual a mí?». Entonces Jesús le dijo: «¡Sí, también tienes que amarla!» Y le contó una historia:

Un hombre judío viajaba de Jerusalén a Jericó y fue atacado por bandidos. Ellos le quitaron la ropa, el poco dinero que tenía, lo golpearon y lo dejaron medio muerto al borde del camino. Por casualidad, un sacerdote pasó cerca de él. Pero cuando vio al hombre allí tirado y golpeado, se cruzó al otro lado del camino y lo pasó de largo. Otro hombre que trabajaba en el templo se acercó y lo vio, pero también pasó por el otro lado.

Luego, un samaritano llegó. Los samaritanos eran odiados por los judíos. Ellos los veían como gente inferior y no querían juntarse con ellos. Pero cuando el samaritano vio al hombre, sintió compasión. Le curó sus heridas con aceite de oliva, que era el remedio que se usaba en ese tiempo, y se las vendó. Después de curarlo, lo subió sobre su propio burro y lo llevó a una posada, que era como un hotel, y cuidó de él.

Al día siguiente, le entregó al dueño de la posada dos monedas de plata y le dijo: «Cuida de este hombre y si sus gastos son más altos que estas dos monedas, te lo voy a pagar la próxima vez que pase por aquí».

Con esta historia, Jesús nos enseñó que tenemos que amar y ayudar a todos, no solamente a nuestros amigos. Si siempre le prestas tus cosas a tu compañero de banco, te propongo que te animes a hacerlo con alguien que no es tan amigo tuyo. También puedes tener algún buen gesto en un partido con el equipo rival, como alcanzarles la pelota cuando se va lejos.

Te propongo que lo pienses y charles con tu familia sobre otras acciones que se les ocurran para ayudar y amar al prójimo, es decir, a cualquier persona que necesite ayuda.