… que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan. Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias y toda forma de malicia.
Efesios 4: 29b y 31 (NVI)
Las palabras impactan, son poderosas porque por medio de ellas afectamos a otros y, al mismo tiempo, somos afectados por ellos.
Es imprescindible que prestemos atención a nuestras emociones porque sin que nos demos cuenta, se dan a conocer en nuestras charlas. A veces de manera sutil, un tono un poco elevado o un pequeño comentario “sin mala intención” y otras veces sin ningún filtro.
En la congregación de Éfeso también se producían estos cortocircuitos en las interacciones, si no Pablo no los hubiera exhortado.
El orden del texto señala las prioridades del apóstol cuando escribió estas recomendaciones. Para que nuestras palabras contribuyan a la edificación del Cuerpo de Cristo y sean de bendición para quienes las escuchan necesitamos abandonar toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias y toda forma de malicia.
Las emociones antes mencionadas son propias de nuestra antigua manera de vivir cuando aún no habíamos tenido un encuentro con Cristo. Vienen con nosotros desde que nacemos y, además, en la actualidad la sociedad a menudo las exalta en lugar de condenarlas. En la calle, las expresiones de ira y de enojo son nuestro pan cotidiano. Pareciera ser que el que grita más fuerte es el que tiene razón; calumniar no tiene ninguna consecuencia y la malicia es vista como “viveza criolla o porteña”.
Poco a poco y sin que nos demos cuenta, esas costumbres se nos adhieren y llega un momento en que no podemos reconocerlas. Sucede en todo grupo humano, no obstante es bueno estar atentos.
La buena noticia es que podemos cambiar. Establecer nuevas conexiones neuronales con información que provenga de identidad que Cristo ya nos dio. ¿De qué manera? Permitiendo que el Espíritu impregne la Palabra de Dios en nosotros. Intencionalmente. Sobre todo en las áreas en las que tenemos mayor dificultad.
Si lucho con sentimientos de ira y de enojo, buscaré textos que hablen de ese tema. Me propondré memorizarlos y los repetiré hasta que formen parte de mí. Las nuevas conexiones en nuestro cerebro al principio son como un cable delgado, con la repetición intencional ese cable se va haciendo más grueso. Es igual que aprender a tocar un instrumento, a nadar, a conducir un automóvil, etc. En resumen sería aprender un nuevo idioma: el idioma del Reino y ejercitarnos hasta que surja de nuestro interior.
Te dejamos algunos textos que pueden ayudarte. Seguramente vos encontrarás aquellos que necesites incorporar
Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no lleva a cabo la justicia de Dios. Santiago 1:20 (RVR60)
Además, «No pequen al dejar que el enojo los controle». No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados. Efesios 4:26 (NTV)
…no dejen brotar ninguna raíz de amargura, pues podría estorbarles y hacer que muchos se contaminen con ella. Hebreos 12:15b (RVC)
… Sean niños en cuanto a la malicia, pero adultos en su modo de pensar. 1° Corintios 14:20b (NVI)
Mónica Lemos