Abriendo camino

Una voz grita: «¡Preparen un camino para el SEÑOR en el desierto!  Háganle a nuestro Dios un camino recto en el desierto. Que todo valle sea rellenado, y toda montaña y colina sea allanada. Que el terreno quebrado se convierta en planicie y el terreno disparejo en una llanura. Luego se revelará la gloria del SEÑOR y todos los seres humanos juntos la verán. Es porque el SEÑOR mismo lo ha decidido».

Isaías 40: 3-5 NTV

(Énfasis del autor)

Te invito a terminar esta semana de devocionales como una conclusión a partir de esta profecía. ¿Qué significa para nosotros hoy y cuál es nuestra responsabilidad al abrir camino al evangelio?

En estas últimas semanas Papá me llevó a pensar en las formas en que puedo allanar el camino para otros. Ser puente, desarrollar una nueva sabiduría porque las nuevas generaciones tienen diferentes paradigmas de vida. Reformatear, si cabe la expresión, mis conceptos para poder “entender” lo bueno y no tan bueno que establece la sociedad hoy. Cuando los cambios son drásticos, es difícil darse al menos la oportunidad de entender… aún sin estar de acuerdo.

El pedido del profeta… “preparen el camino del Señor” hoy requiere más que solo saber las Escrituras. Así como Jesús se encontró con paredes y montañas, con terreno ríspido y desértico, y fue manso y astuto para sembrar su semilla, vos y yo necesitamos renovar nuestro entendimiento para arar y sembrar en una sociedad que constantemente genera nuevas formas de pensamiento.

Para quienes no conocen Su amor, debemos eliminar los obstáculos que impiden que otros vean y acepten a Cristo. Esto implica vivir vidas capaces de renovarse de manera coherente con el mensaje del evangelio, mostrando amor, gracia y misericordia a todos los que nos rodean.

Somos llamados a ser esa voz en el desierto, anunciando el mensaje transformador del evangelio y preparando el camino para que otros encuentren a Jesús. Sin duda necesitamos buscar la ayuda del Espíritu Santo para ayudar a otros a derribar esas barreras que los separan de Él. Esto implica compartir nuestro testimonio, mostrar empatía y ofrecer perdón a aquellos que lo necesitan.

En un mundo lleno de injusticia, dolor y sufrimiento, el evangelio trae esperanza y restauración, y como seguidores de Cristo, estamos llamados a enderezar lo torcido, a llevar consuelo a los afligidos y a proclamar la libertad a los cautivos.

Sin ninguna duda lo hacemos cuando nuestras acciones reflejan la luz de Cristo, cuando somos pacientes, rechazamos los prejuicios, no somos ligeros al hablar, allanamos el camino al ser capaces de escuchar y acompañar para que otros puedan ver claramente quién es Él.

Mi oración hoy es que la boca del Señor continúe hablando a través de nuestras vidas, llevando esperanza y transformación a un mundo necesitado.

 

Ruth O. Herrera