Aceptar la realidad

Y al séptimo día murió el niño; y temían los siervos de David hacerle saber que el niño había muerto, diciendo entre sí: Cuando el niño aún vivía, le hablábamos, y no quería oír nuestra voz; ¿cuánto más se afligirá si le decimos que el niño ha muerto? Mas David, viendo a sus siervos hablar entre sí, entendió que el niño había muerto; por lo que dijo David a sus siervos: ¿Ha muerto el niño? Y ellos respondieron: Ha muerto. Entonces David se levantó de la tierra, y se lavó y se ungió, y cambió sus ropas, y entró a la casa de Jehová, y adoró. Después vino a su casa, y pidió, y le pusieron pan, y comió. Y le dijeron sus siervos: ¿Qué es esto que has hecho? Por el niño, viviendo aún, ayunabas y llorabas; y muerto él, te levantaste y comiste pan. Y él respondió: Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño?  Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, más él no volverá a mí.

2° Samuel 12:18 al 23 (RVR60)

Date la oportunidad una vez más, aunque sea sentado sobre tus ruinas, de limpiar tu organismo a través de las lágrimas y en segundo lugar acepta tu realidad.  

No sólo limpies tu vida sino acepta tu propia realidad. No sé qué es lo que te cuesta aceptar de tu vida. A lo mejor necesitás aceptar que tenés que cambiar… o que la realidad no va a cambiar.

Decía Carl Jung, un psiquiatra suizo muy conocido, que lo que negamos nos ata nos somete. Lo que aceptamos no sólo nos libera sino que nos permite cambiar.

Entonces, es bueno el encuentro con la realidad que no nos gusta, porque uno siempre vive como en un principio de placer, queremos estar bien y es normal. Tenés permiso, ¿Cómo no? Pero… los cristianos no nacimos solamente para sufrir.

Está bueno el placer, pero no como método constante de vivir huyendo de la realidad, porque entonces tenemos un problema. Si tenes la diabetes súper elevada y no haces nada entonces tenés un problema porque estás negando que algún día te va a pasar algo.

Si yo digo “voy a aceptar” tengo la posibilidad de cambiar ¿cómo? Por ejemplo: cambio mis hábitos, soy responsable de mi vida. Si yo no puedo ser responsable de mi vida es que no estoy aceptando y si niego esa realidad, entonces esa realidad me va a atar por el resto de mi vida no me va a permitir ser realmente libre.

Pastor Hugo Herrera

Hay realidades que cuesta mucho aceptar, sobre todo las que no pueden revertirse.

El rey David atravesó un momento muy doloroso. Su hijo estaba gravemente enfermo y él se afligió, oró y ayunó sin embargo al cabo de siete días el niño murió. Los sirvientes temían decírselo, pero él lo presintió y preguntó directamente. Al confirmar la noticia se puso en marcha, aceptó la situación, se lavó, cambió sus ropas, adoró al Señor y luego comió.

Sus siervos estaban desconcertados por su proceder y así se lo hicieron saber. La respuesta de David muestra que este padre pudo aceptar la realidad y ponerse nuevamente en marcha.

Le llevó tiempo, días de aflicción, lamento, oración y ayuno, pero finalmente siguió adelante con su vida y sus obligaciones de rey.

Este ejemplo es bastante extremo, pero ilustra plenamente la aceptación de la realidad, aún la más terrible, no olvidemos que de acuerdo a la historia bíblica la muerte del niño fue anunciada por Natán como resultado del pecado de David…

El rey reconoció su pecado y trató de revertir la situación pero no pudo. Finalmente la aceptó y pudo seguir adelante haciéndose responsable de su vida, de su familia y de su tarea como líder de la nación. Fue entonces que estuvo listo para lo que vendría, Dios le dió otro hijo según Su voluntad y eso bendijo a todo el pueblo.

Tal vez nosotros no tengamos responsabilidades de liderazgo tan importantes sobre nuestros hombros, pero seguro podemos identificarnos con los sentimientos de pérdida y dolor que experimentó este rey. Este pasaje es súper oportuno para el tiempo que vivimos en el que las pérdidas cercanas o no tanto nos dejaron un sabor amargo y de duelo interno.

Es tiempo de levantarnos, renovar nuestras fuerzas en Dios y ser capaces de volver a disfrutar, hacer proyectos, soñar sueños nuevos y decidir ser felices… aunque no lo seamos todo el tiempo. “Entonces David se levantó de la tierra, y se lavó y se ungió, y cambió sus ropas, y entró a la casa de Jehová, y adoró.”