Aquel día el Señor hizo que todo Israel admirara y respetara a Josué, como lo había hecho con Moisés durante toda su vida. Entonces el Señor le dijo a Josué: “Ordena a los sacerdotes que llevan el arca de la alianza, que salgan del Jordán.” Josué les ordenó que salieran, y tan pronto como los sacerdotes salieron del Jordán y pusieron los pies en un lugar seco, el agua del río volvió a su lugar y corrió desbordada como antes.
Josué 4: 14-18 DHH
Y así termina este relato del milagro del río Jordán, pero a este milagro le siguieron muchos otros, y hasta hoy Papá sigue obrando milagros para sus hijos.
El arca en manos de los sacerdotes salió del Jordán con tantas ceremonias como cuando entró, y su propósito era fijar en la mente del pueblo el valor sagrado y la importancia del milagro que habían vivido.
Fue allí, en Gilgal, donde Josué apiló las doce piedras que había tomado del río Jordán. Entonces Josué les dijo a los israelitas: «En el futuro, sus hijos preguntarán: “¿Qué significan estas piedras?”.
Y ustedes podrán decirles: “Aquí es donde los israelitas cruzaron el Jordán sobre tierra seca”. Pues el SEÑOR su Dios secó el río a la vista de ustedes y lo mantuvo seco hasta que todos cruzaran, tal como hizo con el mar Rojo cuando lo secó hasta que todos terminamos de cruzar. Lo hizo para que todas las naciones de la tierra supieran que la mano del SEÑOR es poderosa, y para que ustedes temieran al SEÑOR su Dios para siempre».
Juan 4: 20- 24 NTV
El pasaje se completa cuando queda en claro el propósito final de aquel milagro, que era para que “las naciones de la tierra conozcan al Señor”.
Allí esta el valor y la intención del ser agradecidos y adorar a Dios públicamente porque sólo su pueblo, los hijos de Dios, quienes experimentamos sus milagros de perdón, salvación y sustento, somos quienes realmente podemos dar testimonio.
Hoy quienes no conocen y aman a Dios atribuyen sus milagros y el obrar diario a la suerte, la Pachamama, o los ídolos de este siglo. Incluso hay quienes se lo atribuyen a energías, eventos cósmicos o hasta a sí mismos. Y como en tantas historias bíblicas y a través de la historia, Dios sigue pidiéndonos que levantemos altares visibles para testimonio.
Seamos nosotros mismos, vos, tu familia, la iglesia y cada grupo de nuestra congregación altares vivos que honren y desaten bendición y nuevos milagros…
Por eso hermanos, puesto que Dios nos ha mostrado tanta misericordia, les ruego que entreguen todo su ser como sacrificio vivo a Dios. Esa ofrenda que es su vida debe estar dedicada solamente a Dios para poder agradarle. Esta clase de adoración es la que realmente tiene sentido.
Romanos 12: 1 PDT
Ruth O. Herrera
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