¡Atención! Maneje con cuidado

Cuando ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, podemos controlar todo el animal. Fíjense también en los barcos. A pesar de ser tan grandes y ser impulsados por fuertes vientos, se controlan por un pequeño timón a voluntad del piloto. Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa!

Santiago 3: 3 al 5 (NVI) 

La carta de Santiago es corta y sumamente práctica. Nos dice cómo debemos actuar y lo ilustra con elementos conocidos por todos. El ejemplo de los caballos nos recuerda un poema que escribió David

No sean sin entendimiento como el caballo o como el mulo, cuya boca ha de ser frenada con rienda y freno; de otro modo, no se acercan a ti

Salmo 32:9 (RVA2015)
(Énfasis del autor)

Es así. Las palabras que brotan de nuestra lengua son poderosas, pueden dirigir nuestra vida hacia el propósito eterno; pueden construir relaciones armoniosas con nuestros semejantes o, por el contrario, pueden destruir vidas y comunidades de fe. Los ejemplos del caballo, del barco y de la pequeña chispa son muy oportunos. Como los animales, necesitamos al experto Jinete que, con amor y firmeza, nos ponga rienda y freno cuando nuestra vieja naturaleza emerge con fuerza y quiere salirse con la suya.

Como los barcos, podemos enfrentar vientos de crisis o presiones externas reiteradas que hagan que palabras impulsivas e inoportunas tomen el timón y nos hagan naufragar. Es imperioso que nos dejemos guiar por la pericia del Capitán por excelencia y nos sometamos a Su voluntad.

El que es entendido refrena sus palabras;    el que es prudente controla sus impulsos.

Proverbios 17:27 (NVI)

Como una pequeña chispa, una palabrita dicha como al descuido puede generar un gran fuego. ¡Cuántas veces hablamos y, al instante, nos arrepentimos mentalmente de lo que acabamos de decir! Es que nuestra lengua fue más rápida que nuestro cerebro. Por eso el refrán expresa “uno es dueño de las palabras que calla y esclavo de las que dice”.

A Dios le interesan tus palabras. Él es experto en establecer y en restaurar relaciones. Si sentís que ni bien abrís la boca se generan problemas o malos entendidos y no podés salir de ese ciclo, recordá las figuras de la carta de Santiago. Pedile al Señor que Él aplique la que necesites. No permitas que la frustración te gane.

Para manejar cuidadosamente nuestro hablar, sería muy bueno adquirir el ábito de orar cada mañana pidiendo sabiduría para hablar y sencibilidad para dejar al Espíritu Santo manifestar la mente de Cristo.

 

 Mónica Lemos