Tiempo después, Jesús regresó a la ciudad de Jerusalén para asistir a una fiesta de los judíos. En Jerusalén, cerca de la entrada llamada «Portón de las Ovejas», había una piscina con cinco entradas, que en hebreo se llamaba Betzatá. Allí, acostados en el suelo, había muchos enfermos: ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos había un hombre que desde hacía treinta y ocho años estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio allí acostado, y se enteró de cuánto tiempo había estado enfermo, le preguntó: — ¿Quieres que Dios te sane?
Juan 5: 1-6 TLA
Este pasaje es muy conocido y es uno de los más predicados y de los más incluidos en películas de la vida de Jesús. Un relato que enfrenta la desilusión con la esperanza.
Aquel estanque era como un depósito de gente enferma, despreciada y sin valor. Me imagino el olor y la mugre alrededor de una gran pileta de agua estancada. Y entre el montón, un hombre totalmente fracasado, olvidado por 38 años. Al leerlo me pregunto dónde estaría su familia. Realmente estaba solo y abandonado. Su apariencia sería deplorable; y su desamparo, visible a primera vista. Nadie reparó en él antes de que Jesús lo buscara.
El enfermo no llamó a Jesús, no le imploró como otros, porque no lo conocía y realmente no esperaba ningún milagro ya. Por eso, cuando Jesús le preguntó si quería ser sanado, su respuesta fue más bien un reclamo… “A mí nadie me ayudó jamás.”
Este milagro no fue casual porque el estanque era el lugar preciso para encontrar todo tipo de enfermos confiados en la superstición de un ángel sanador.
Era común que cada día muchos siguieran a Jesús buscando un milagro, lo apretaban y hasta arrinconaban en las casas. Pero ese día en el relato no se menciona a los discípulos, Jesús estaba solo y dispuesto a hacer milagros y fue en busca del más necesitado. Puso en práctica la parábola del buen pastor: Buscó al más desvalido, al extraviado, al que estaba enredado en los espinos de su cojera y no conocía el valor que tenía. En el momento en que nadie lo buscaba, salió a encontrar al más débil.
Jesús no le pidió nada, solo lo sanó. El hombre saltó sobre sus pies y obtuvo un milagro tan espectacular que no reparó ni preguntó por quien lo había sanado. Jesús deliberadamente se perdió entre la muchedumbre sin pedirle que lo siga o llamarlo a ser su discípulo. El relato muestra al Maestro preocupado solo por la condición física.
Ayudar sin esperar respuesta…
Hoy quizás no hay estanques con gente enferma, pero sí se puede ver gente por la calle pidiendo ayuda, en situaciones límites.
Pasaron miles de años, pero la condición humana sigue siendo la misma, y hay espacios comunes donde la necesidad es relevante.
Indiscutiblemente Agnes Gonxha Bojaxhiu, conocida como la Madre Teresa de Calcuta, entendió y se hizo carne en el dolor de los demás sin esperar respuestas. Su historia es altamente inspiradora y al leerla puede ser que nos sintamos como un insignificantes, pero siempre hay algo que nos reenfoca. Hoy me detuve en la frase subrayada que sigue y creo que es un montón.
«Para nosotras no tiene la menor importancia la fe que profesan las personas a las que prestamos asistencia. Nuestro criterio de ayuda no son las creencias, sino la necesidad. Jamás permitimos que alguien se aleje de nosotras sin sentirse mejor y más feliz, pues hay en el mundo otra pobreza peor que la material: el desprecio que los marginados reciben de la sociedad, que es la más insoportable de las pobrezas.»
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/t/teresa_decalcuta.htm
(Énfasis del autor)
Hoy te invito a pensar en la necesidad de alguien desconocido, te invito a ayudar o bendecir a alguien, salir a la calle dispuesto a hacerte cargo… buscar la mirada de un vecino, el kiosquero, la cajera del supermercado, gente que te cruzás a diario pero no ves. Puede ser que tu estanque de Betzatá es realmente cerca. Alguien cerca tuyo hoy está paralizado por la tristeza, enfermedad, el miedo, soledad…
Ruth O. Herrera