Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias; El que sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el águila.
Salmo 103.1-5 (RVR60)
(Énfasis del autor)
Este salmo tan conocido es una invitación para que adoremos a Dios en todo momento. Se sabe que fue escrito por el rey David, aunque no hay datos certeros acerca del tiempo ni de las circunstancias por las que pasaba. Algunos creen que compuso este poema en su vejez, cuando ya había experimentado toda clase de situaciones y podía resumir en un poema su historia de vida de la mano del Señor.
Su autor había sido un gran guerrero, tanto que obtuvo la admiración y la lealtad de los integrantes de su ejército (los llamados “valientes de David” que estaban dispuestos a arriesgar sus vidas para traerle agua); disfrutó de la amistad genuina del hijo de su antecesor Saúl; tuvo abundantes riquezas materiales; bajo su reinado Israel experimentó la época de mayor esplendor…
Si pensamos solo en esos detalles que te mencioné antes, llegamos a la conclusión de que realmente fue alguien exitoso. Ahora bien, esta persona se enfrentó, como todos nosotros, a batallas que generalmente son muy difíciles de ganar porque son interiores. Sus pensamientos y emociones atravesaron procesos intensos y continuos: se proponía actuar de cierta manera, pero luego se enojaba y no lo lograba; otras veces, el miedo no lo dejaba pensar con claridad y fantaseaba con la idea de irse muy lejos.
A pesar de todo, lo que caracterizaba su vida era su evidente sinceridad ante Dios; su decisión de derramar su corazón delante del Altísimo.
A continuación, menciono algunos escritos como ejemplo:
…no dije nada. Ni siquiera dije cosas buenas. Pero me sentía aun peor. Estaba furioso, y entre más lo pensaba, más molesto estaba.
Salmo 39.2 y 3 (PDT)
Me salta el corazón dentro del pecho; estoy terriblemente asustado. Me invadió un pánico terrible; el terror no me deja ni pensar. Si tuviera alas, volaría muy lejos y buscaría un lugar donde descansar.
Salmo 55.4-6 (PDT)
Cuando leemos acerca de sus profundas luchas emocionales, el poema ciento tres nos impacta de otra manera. Lo escribió alguien que transitó desde el anonimato hasta la cima del poder político de su tiempo. Con toda esa experiencia acumulada, decidió voluntariamente enfocarse por completo en bendecir al Alto y Sublime. Precisamente de esta manera comienza el salmo, con la orden que David se da a sí mismo de alabar, adorar y bendecir al Señor.
Vos y yo, siglos después, también atravesamos luchas internas. Hay sentimientos que nos abruman y batallamos con emociones y pensamientos contradictorios. Aun así, la decisión de afrontar toda situación aferrados a Papá también está a nuestro alcance.
¿Qué te parece la idea de imitar al salmista y enfocar conscientemente tus pensamientos en Dios? Te animo a rendirte y someter tus pensamientos en adoración.
¡Con todas las fuerzas de mi ser alabaré a mi Dios!
Salmo 103.1 (TLA)
Mónica Lemos
