Bendición sacerdotal

El SEÑOR habló a Moisés diciendo: “Habla a Aarón y a sus hijos, y diles que así bendecirán a los hijos de Israel. Díganles: ‘El SEÑOR te bendiga y te guarde. El SEÑOR haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia. El SEÑOR levante hacia ti su rostro, y ponga en ti paz’. “Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré”.

Números 6:24-27 RVA-2015

 

Esta orden explícita que le dio el Señor a Moisés para los sacerdotes incluye una serie específica de bendiciones que implican el favor, el cuidado de Papá sobre los suyos, su presencia que ilumina nuestro ser, su bondad a pesar de nuestra condición, su mirada constante y amorosa y su regalo de paz.

 

La palabra la daban los sacerdotes, los que debían guiar y enseñar al pueblo a conocer a su Dueño, pero el texto finaliza diciendo “Yo los bendeciré”.

 

Cuando los líderes hacían esta tierna declaración estaban afirmando una y otra vez que la fuente de todo cuidado y provisión venía de la mano de la presencia y la mirada de complacencia y aprobación del Padre celestial sobre sus hijos.

No eran palabras mágicas, tampoco debían pronunciarse de manera ritual, como si fuera un saludo vacío de contenido. De hecho, para los judíos la bendición era un hecho concreto, iba más allá de las palabras.

Estas, una vez que se expresaban, se convertían en realidad.

 

Cuando Esaú va a reclamar a su padre que lo bendiga, Isaac le responde que no podía, que lo que le había dicho a su hermano Jacob no podía deshacerse. La declaración paterna forjaba un destino por sí misma, sin duda porque Dios se había revelado como el Dios de Abraham, de Isaac y también de Jacob.

 

Nuestra cultura occidental no tiene este concepto internalizado. Hemos hecho una mala copia cuando hablamos del poder que tienen las palabras que declaramos. Digo mala copia porque es una verdad a medias. Se usa en cualquier ámbito, para los propósitos más insólitos y, por supuesto, sin tener a Dios en cuenta.

Hasta hay una teoría que habla de que el lenguaje crea realidades… No es del todo cierta, pero es una creencia bastante generalizada, de tal manera que hasta los líderes políticos lo usan muchas veces para desvirtuar la realidad y negar lo que los hechos muestran que es evidente.  

 

Lo que sí es cierto es que lo que decimos puede generar una cierta expectativa interior, pero el único que crea realidades a través de la palabra es Dios. Así comienza el relato de la creación del mundo en el libro de Génesis:

 

Entonces dijo Dios: “Sea la luz”, y fue la luz.

Génesis 1:3 RVA-2015

(Énfasis del autor)

 

Es más, cuando el Señor crea al hombre, lo hace por medio de la palabra, e inmediatamente también lo bendice:

 

Entonces dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y tenga dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo, el ganado, y en toda la tierra, y sobre todo animal que se desplaza sobre la tierra”.  Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.  Dios los bendijo y les dijo: “Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra; sojúzguenla y tengan dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se desplazan sobre la tierra”

Génesis 1:26-28 RVA-2015

(Énfasis del autor)

 

La intención original de nuestro Hacedor fue bendecirnos desde que nos creó como hombres y mujeres. Y, en esto, como en todo lo que nos prometió en Su Palabra, Él nunca ha cambiado de opinión.

 

Mónica Lemos