“Y me buscarán y me hallarán porque me buscarán de todo corazón”

Jeremías 29: 13 DHH

 

Hace muchos años yo me entregué al Señor. No sabía mucho de la Biblia ni de teología, pero tenía pasión, Su pensamiento me consumía, no sé si podía decir como el apóstol Pablo: “¡Ay de mí si no predico el evangelio!”, pero deseaba dar la buena noticia porque Él había cambiado mi vida.

Yo no sabía que era la unción, la presencia manifiesta, el Espíritu Santo, pero me había enamorado del Señor.  Mi vida comenzó a cambiar y mucho. Hacía ya varios años que había dejado de estudiar y tenía una imagen de mí, que no era mala, pero no era la que Dios quería que tuviera; y cuando le di el primer lugar en mi vida retomé los estudios y llegué a terminar una carrera universitaria.

 

El Señor cambió mi vida y todo lo que Dios me había dado fue para Él. Les hablaba de Jesús hasta a los perros, me había propuesto hablarle a una persona del Señor cada día. En ese año seguramente les hablé a más de 365 personas, 9 de mis compañeros de colegio comenzaron a ir a la iglesia aunque curiosamente, yo no los invitaba.

Ahora me puedo expresar con palabras más elocuentes, pero en ese tiempo sabía que tenía que ir a la presencia del Señor para encontrar mi propósito y lo que tramitaba con el Señor en lo secreto, Él lo mostraba y manifestaba en público.

Aunque no tenía experiencia, no conocía mucho de la Biblia, ni vivía en un entorno evangélico, la gloria del Señor se manifestaba.

 

Tu nueva vida requiere atención y cuidados, tus pensamientos y tu corazón requieren que inviertas tiempo en Él. Es necesario que te prepares como nunca antes lo has hecho, más allá de la intelectualidad, más allá de conocer La Biblia, tenés que empezar a prepararte para lo que viene, pero  también tenés que empezar a prepararte para servir mucho mejor al Señor de lo que has hecho hasta ahora.

 

Estamos en tiempos distintos… pero Dios sigue manifestándose a través de quienes se lo permiten.

 

Pastor Hugo Herrera

 

Hay un refrán que dice “Todo es según el color del cristal con que se mira”, y frecuentemente es verdad. La mirada que tenemos de nosotros mismos muchas veces nos condiciona para ver la realidad que nos rodea. Vemos las circunstancias con optimismo o pesimismo según nuestro propio espejo. A menudo, sin darnos cuenta permitimos que el entorno, las noticias, la pandemia, las opiniones de otros nos condicionen.

 

Juntos como iglesia, siendo parte de los grupos de red para estudiar la Palabra, como familia, y como individuos tenemos que buscar en oración nuevas formas de manifestar el poder de Dios, cambiando si es necesario el cristal con el que vemos la realidad.

 

No es tan fácil cambiar de carril o de dirección, aceptar otras opiniones o desandar nuestros propios criterios o razonamientos, pero todos somos conscientes de que hoy la gente necesita conocer el poder de Dios  y escuchar la buena noticia de Cristo de todas las maneras posibles.

Cada persona que conozca el plan restaurador de Dios es un potencial hijo de Dios, capaz de cambiar vidas.

 

Nuestra sociedad está dividida y en muchos casos enfrentada, pero la iglesia, el cuerpo de Cristo tiene que estar unido en la decisión de bendecir y alcanzar personas siendo provocadores de milagros. Cuando la realidad dice “NO” a la esperanza, la salud, la provisión, la fidelidad y la honestidad, vos y yo, la iglesia somos la única fuerza espiritual que puede revertirlo.

Podemos ser diferentes pero no opositores;  justos pero no jueces;  firmes pero no rígidos. 

Todos los días, 365 días ininterrumpidamente podemos anunciar que Dios tiene poder para cambiar circunstancias, para sanar, para consolar, para reconstruir, para cobijar, para dar descanso, para alimentar, para manifestar Su paternidad amorosa y calmar cualquier tormenta.

 

En Cristo vos y yo podemos seguir cambiando vidas.

 

Construyan casas y habítenlas; planten huertos y coman de su fruto.  Cásense, y tengan hijos e hijas; y casen a sus hijos e hijas, para que a su vez ellos les den nietos. Multiplíquense allá, y no disminuyan.  Además, busquen el bienestar de la ciudad adonde los he deportado, y pidan al Señor por ella, porque el bienestar de ustedes depende del bienestar de la ciudad»

Jeremías 29: 5-7 NVI

Ruth O. Herrera

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