Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron. Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.
San Lucas 24: 22-27 (RVR60)
Jesús no violenta a Cleofas, no se enoja, no se fastidia. Jesús se pone en un lugar de incógnito casi. Vuelve a correrse del protagonismo. Se podría haber presentado ahí y decir: “Yo soy”, pero prefiere utilizar esa oportunidad para escuchar y enseñar.
Así también lo hace con vos. Él vuelve a mirarte a pesar de la cantidad de años que estás cerca de Él y que no lo conocés.
Prefiere ponerse al costado y escucharte. Dejar que vos le hables de lo que Él tendría que hacer. Permite que puedas decir lo que hay en tu corazón. El Señor no se apura a hablar y a decir lo que tenés que hacer, si no que pregunta, espera, escucha porque sabe que si vos no conocés lo que hay en tu corazón, nunca le vas a poder dar lugar para que Él intervenga, ni vas a poder ser testigo de lo que el Señor está haciendo en tu vida.
Pastor Cristian Centeno
Actualmente están de moda las llamadas clases magistrales. Se elige un tema y se invita a un especialista como disertante. En el ambiente cristiano también se utiliza este método, puede ser en forma presencial o lo podés disfrutar cómodamente sentado en tu casa a través de alguna plataforma digital que emita la clase.
Cleofas y su compañero de ruta le cuentan al Señor las últimas noticias, matizadas con comentarios que expresan su desilusión, su tristeza, su asombro y su escepticismo. No ahorran ningún detalle.
Jesús utiliza la naturaleza como salón de clases y mientras camina con estos muchachos les responde. Comienza con una frase llamativa: Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
Otras versiones traducen — ¡Qué lentos son ustedes para comprender y cuánto les cuesta creer lo dicho por los profetas!
Y al responder dejó en claro que tenía la autoridad de conocer las Escrituras detalladamente
¡Qué bueno es tener un maestro que te escuche, preste atención a tus dudas y a partir de ellas te enseñe! Una charla que parece casual de pronto se convierte en una clase magistral.
Es difícil encontrar ese tipo de enseñanza relacional aun en el ámbito cristiano. El modelo secular de nuestro sistema educativo está muy instalado en nuestras vidas. En una clase lo principal es la exposición, el monólogo del que sabe y el silencio del que aprende. Y no siempre es posible salir de ese esquema, incluso por razones de tiempo, espacio y cantidad de alumnos.
Jesús nunca enseñó de esa manera. Él prefería los momentos informales alrededor de una mesa, un descanso durante la pesca o una caminata. Y aun cuando alguien decía algo que no era acertado, su respuesta siempre era personal, amorosa y a la vez firme. Despejaba dudas y además permitía corroborar la respuesta invitando a acciones concretas.
Hasta con quien desafío la verasidad de su resurrección fue personal y le dio otra oportunidad
Tomás, al que apodaban el Gemelo, y que era uno de los doce, no estaba con los discípulos cuando llegó Jesús. Así que los otros discípulos le dijeron: —¡Hemos visto al Señor! —Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré —repuso Tomás. Una semana más tarde estaban los discípulos de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó. —¡La paz sea con ustedes! Luego le dijo a Tomás: —Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe.
San Juan 20: 24-26 (NVI)
Este es un buen momento para que puedas volcar tus decepciones, preguntas y dudas delante del Maestro y tener la certeza de que Él responderá a tus inquietudes de la manera en que necesitás. Date el tiempo de saber esperar sus respuestas.Pedile al Espíritu Santo que te dé la valentía de volcar tu corazón y ser totalmente sincero delante de su presencia. Jesús sabe esperar.
Mónica Lemos
