Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para enseñarnos lo que es verdad y para hacernos ver lo que está mal en nuestra vida. Nos corrige cuando estamos equivocados y nos enseña a hacer lo correcto. Dios la usa para preparar y capacitar a su pueblo para que haga toda buena obra.
2° Timoteo 3:16 y 17 (NTV)
(Énfasis del autor)
Con frecuencia atravesamos situaciones en las que no sabemos cómo actuar. A veces porque nunca hemos enfrentado un problema semejante, otras porque no contamos con recursos adecuados, y también puede ser que existan varias opciones y no podamos decidir cuál es la mejor.
En esos momentos los cristianos recurrimos a Dios para que nos guíe. Sin embargo, si no conocemos Su Palabra y no hemos tomado tiempo para meditar en ella queremos recibir un auxilio mágico. Sucede en muchas áreas.
Cuando tenemos problemas de salud vamos al médico, pero si el tratamiento que nos indica es largo ante los primeros síntomas de mejoría lo abandonamos.
Por ejemplo, actualmente hay un aumento del sobrepeso y obesidad en la mayoría de los países, sin embargo la gente se resiste a dejar de lado el pensamiento mágico. El especialista indica que es necesario atravesar un proceso de cambio de hábitos en la alimentación, pero los pacientes desean un medicamento que les permita bajar de peso sin abstenerse de comer aquello que les gusta. Estos deseos los hacen vulnerables a todo tipo de propuestas comerciales engañosas que aparecen cuando se acerca la primavera.
En este, como en otros temas las propuestas populares que proponen una solución fácil abundan y, sin querer, a veces creemos en ellas aunque no tengamos ningún fundamento válido.
En nuestra relación con Cristo no hay formulas mágicas. Tenemos que aprender una nueva manera de actuar y sostenerla en el tiempo. Es difícil, el proceso y suele parecernos lento porque si no vemos progresos inmediatos nos desalentamos.
La Escritura es útil para enseñarnos a actuar, a hacer lo correcto, pero tenemos que invertir tiempo en conocerla, bajo la guía del Espíritu Santo, y meditar en ella. Porque de esa manera conocemos a Su autor quien es quien provoca los cambios.
¿Te acordás de la entrevista al predicador para jóvenes que te mencioné el lunes? Él continuaba analizando el estado de analfabetismo bíblico y agregó dos razones más:
“Hay una mala comprensión esencial de lo que es la Biblia, de la importancia que tiene la Palabra. No solo es para ser estudiada, sino también aplicada, obedecida, vivida. Y, en muchos casos ha habido una desconexión entre las predicaciones de las verdades de la Escritura y el cómo aterrizarlas a la realidad. Nos hemos quedado solo con la teoría.
Por otro lado, ha habido un movimiento de coaching, que consiste en usar la Biblia como cualquier otro libro de autoayuda y eso le ha quitado poder a todo el consejo de Dios revelado. Hemos puesto a las personas como protagonistas cuando en las Escrituras el protagonismo es de Dios. Todo es por Él y para Él”.
Pero no es suficiente con sólo oír el mensaje de Dios. Hay que obedecerlo. Si sólo lo oyen, sin hacer lo que dice, se están engañando a sí mismos. El que oye el mensaje de Dios sin obedecer lo que dice es como el que se mira en un espejo. Se mira en el espejo, se va y pronto olvida lo mal que se veía. Por el contrario, el que se fija bien en la ley perfecta, la que libera a la gente, y la pone en práctica en lugar de ser un oyente olvidadizo, será afortunado en lo que hace.
Si alguien se cree religioso pero no controla sus palabras, se engaña a sí mismo y su religión no vale nada. La religión pura y sin contaminación que Dios sí acepta, es esta: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus dificultades y no dejarse influenciar por la maldad del mundo.
Santiago 1: 22-26 (PDT)
Lo que oímos pronto lo olvidamos. Y aunque obedecer es una palabra que en esta época tiene mala fama, de alguna manera siempre estamos obedeciendo. Obedecemos a Dios o a los demás, o a nuestros propios impulsos.
Pero… tenemos la esperanza que Jesús sello en su resurrección de que Él hace todas las cosas nuevas, y esto se hace visible y papable cuando obedecemos por amor al que obedeció primero.
