Pero demos gracias a Dios que nos ha dado la victoria a través de nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, hermanos, permanezcan firmes y no dejen que nada los haga cambiar. Dedíquense totalmente a trabajar para el Señor, bien saben que su trabajo no es en vano.

1° Corintios 15:57-58 PDT

Comenzamos la semana preguntándonos dónde estaba depositada nuestra confianza y pensamos en el ejemplo de la vida de David, quien tuvo muchísimas oportunidades para entretejer su fe en el Señor en medio de las circunstancias que atravesaba. De esas experiencias sacaba el material para escribir sus salmos. Muy a menudo estuvo en peligro y más de una vez tuvo que esconderse para salvar su vida sin embargo, cuando sus fundamentos fueron sacudidos eligió enfocarse en la dirección correcta y continuar confiando en Dios, a quien adoraba y conocía.

El martes explorábamos el concepto que se conoce en psicología como “rumiar”, el proceso de repetir continuamente pensamientos tristes o estresantes y vimos en el salmo 77 la perspectiva clara, nuevamente a través de la experiencia del autor, de cómo a pesar de que atravesemos momentos de torbellino emocional, podemos poner un alto y decidir en qué dirección irán nuestros pensamientos.

Las personas que retrata La Biblia experimentaron dificultades, pérdidas, tristezas y desafíos que son inherentes a la condición humana, por eso podemos vernos reflejados en sus historias. Como ellos, nosotros también muchas veces experimentamos una manera de vivir sin sentido, un transcurrir, rutinas cotidianas, y maneras de “no ser”. Eso forma parte de nuestra naturaleza.

Podemos llegar a vivir 70 años, hasta 80 si gozamos de buena salud. Vivimos trabajando duro y sufriendo, y de repente, nuestra vida termina y volamos. Dios mío, nadie conoce la fuerza de tu furia, ¿será igual al temor que tú inspiras? Haznos entender que la vida es corta, para así vivirla con sabiduría.

Salmo 90: 10-12 PDT

(Énfasis del autor)

Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría.

Salmo 90: 12 RVR

(Énfasis del autor)

Si no “contamos sabiamente” nuestros días los meses y hasta los años pasan muchas veces, sin que podamos protagonizar realmente nuestra vida.

Puede suceder que, en la vorágine de las horas, pocas veces podamos tomar conciencia de que estamos en otro tiempo, que a través de la obra de Cristo ya fuimos rescatados de esa antigua manera de vivir. ¡Ya está hecho! No tiene poder sobre nosotros si podemos hacer un alto, examinar cómo estamos viviendo y dejar que sea La Palabra la que nos siga dando la forma que Dios diseñó desde el principio de los tiempos.

Es por Su obra consumada en la cruz que nosotros podemos creer en Dios. Cristo es la definición encarnada de la Verdad y también es quien hizo posible nuestra libertad.

Aun así, nuestra vida puede compararse a un rompecabezas en algunos aspectos. El diseño de Papá no ha sido completado aún en nosotros. Estamos en proceso… todavía no podemos percibirlo de manera integral.

En este tiempo que nos ha tocado vivir, en medio de la incertidumbre laboral, la preocupación por nuestra salud o la salud de nuestras familias; la incógnita por el futuro que nos espera como país, a corto y a largo plazo a menudo pretenden arrastrarnos al ojo de la tormenta, ante esto: ¿Qué podemos hacer como cristianos? ¿Qué podemos hacer como iglesia? Lo primero que podemos hacer es seguir profundizando en el conocimiento de Jesucristo, de su carácter y poner en práctica lo que Él nos dijo para que nuestros fundamentos, aunque sean sacudidos puedan  resistir. Seguimos trabajando para hacer más sólidos nuestros cimientos en Aquel que ya compró la victoria para siempre y que nos da el poder para poder incluir a otros en esa perspectiva celestial.

Nosotros estamos viviendo “por la fe en el Hijo de Dios” hay muchos que están deseando sin saberlo, poder disfrutar de este sentido trascendente. Seguramente conocés a alguien. Tal vez una canción, la noticia del día o un comentario aparentemente casual sean las pistas divinas para que colabores con Papá en la tarea que a Él más lo apasiona, reconstruir otra vida.

He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí.

Gálatas 2:20 NVI

(Énfasis del autor)

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