Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias; El que sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el águila.
Salmo 103:1-5 RVR60
(Énfasis del autor)
Esta semana hablábamos de cómo David eligió deliberadamente recordar los beneficios de Dios para su vida. Él decidió enfocarse en la dirección correcta y esa decisión sostuvo su fe aun en los tiempos más difíciles. La canción ciento tres podría ser vista como una especie de auto predicación.
Todas las personas se hablan a sí mismas. Pueden hacerlo en voz alta o en silencio. La mente trabaja las veinticuatro horas, elabora discursos, una y otra vez vuelve a sus deseos, responsabilidades, preocupaciones, enojos. La ventaja de no expresar los pensamientos en voz audible es que nadie más puede conocerlos. Solo Dios. Y eso nos mantiene a salvo.
Imaginate que cualquiera pudiera tener acceso a lo que pasa por tu cabeza durante el día. ¡Qué peligro! ¿Ya regresaste del susto? Entonces, volvamos a la historia bíblica.
David conocía a Dios, había disfrutado de Sus bondades. Por eso muchas de sus canciones las mencionan. Por ejemplo el salmo veintitrés comienza diciendo: “El Señor es mi pastor, nada me faltará”. En este mismo sentido, el de predicarse a sí mismo y, de esa manera, estar listo para recibir lo mejor de parte de Él es que expresa: “El que te corona de favores y misericordias”.
Solo el Dios todopoderoso puede coronarte de favores. Tal vez en algún momento alguien pueda hacerte un favor, o varios, pero ¿coronarte? Cuando pienso en esta realidad imagino a Papá mientras teje una corona con favores específicos y los entrelaza con misericordia. Luego, coloca esa corona sobre nuestra cabeza.
Sé que es una idea algo extraña, sin embargo pensá por un momento cómo sería nuestra vida si fuéramos conscientes de que portamos los favores y la misericordia de Dios todos los días. Esa es una realidad que nos distingue como hijos.
Necesitamos Su favor porque aun nuestros mayores logros no pueden dar sentido ni propósito a la vida y Su misericordia porque, si somos totalmente sinceros, sabemos que en nuestro interior (como decía el apóstol Pablo) no habita el bien.
David había desarrollado una relación íntima y sincera con Dios y, en ese proceso, descubrió recursos para vivir una vida mental y emocionalmente saludable.
Muchos siglos después la psicología descubriría que hablarnos a nosotros mismos de manera positiva tiene innumerables beneficios para la salud. El salmista no contaba con los descubrimientos de las ciencias humanas, pero sabía por experiencia que el secreto para la salud no estaba en ser optimista a ultranza, sino en enfocarse en Aquel que otorgaba beneficios inmerecidos, favor y gracia.
Hoy y todos los días, los recursos para tener una buena salud mental, emocional y espiritual vienen del Padre de las luces, en el cual no hay cambio ni variación. Cuando salgas a hacer tus quehaceres cotidianos, no olvides llevar tu corona.
Mónica Lemos