No hacemos como Moisés, que se tapaba la cara con un velo para que los israelitas no vieran el fin de aquello que estaba destinado a desaparecer. Pero ellos se negaron a entender esto, y todavía ahora, cuando leen la antigua alianza, ese mismo velo les impide entender, pues no les ha sido quitado, porque solamente se quita por medio de Cristo
2° Corintios 3: 13-14 DHH
Pablo identifica y relaciona la idea del velo de Moisés, porque aunque los judíos escuchaban la lectura del Antiguo Testamento cada semana en la sinagoga, estaban enceguecidos para comprender que era precisamente de allí de donde se desprendía y anticipaba la persona de Jesús. Había un velo sobre sus ojos que les impedía ver el verdadero significado del mensaje que escuchaban y conocían. El escuchar la Palabra tendría que haber sido justamente lo que les ayudara a creer en Jesús. Pero el velo de la religiosidad les impedía verlo. Tenían un pensamiento fragmentado, el velo no estaba sobre sus rostros, sino en sus mentes y corazones.
Nosotros también podemos dejar de ver el verdadero significado de las Escrituras si nuestros ojos están tapados por pecados, debilidades, incredulidad, prejuicios o cualquier otra razón que nos impida buscar y ver a Cristo. La rutina, la comodidad y la falta de compromiso son factores que actúan como un velo espeso que no nos dejan ver la obra del Espíritu cotidianamente.
Algunos estudiosos dicen que la traducción correcta de este pasaje se refiere a que Moisés usó el velo después de estar en la presencia de Dios, para que el pueblo no viera cómo el brillo que produjo ese encuentro se iba apagando de a poco.
Es que un maravilloso y gran encuentro con Dios no es suficiente para ser completamente transformados. La transformación es de todos los días, y de cada vez que nos disponemos a ir sin velos al Señor.
Por eso, todos nosotros, ya sin el velo que nos cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y vamos transformándonos en su imagen misma, porque cada vez tenemos más de su gloria, y esto por la acción del Señor, que es el Espíritu.
2° Corintios 3:18 DHH
Pablo dice que como consecuencia de no tener ningún velo que nos impida ver a Dios somos transformados de gloria en gloria. Solo así somos el reflejo de Cristo
“Transformados” quiere decir “transportados” a su imagen.
Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos. Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron
Mateo 20: 32-34
Jesús llamó a estos dos hombres que pidieron de manera correcta y adecuada, tenían una necesidad genuina, eran ciegos, no podían ver la realidad, pero sin embargo, clamaron, hicieron realmente lo que tenían que hacer.
Yo me pregunto en esta mañana: ¿estás ciego, a veces, frente a una realidad que no podés dar respuesta? Yo diría que sí, yo muchas veces estoy ciego frente a una situación y no sé cómo obrar, no sé cómo actuar, pero por supuesto tengo el recurso de ir al Señor y pedirle sabiduría. Él tiene sabiduría de manera abundante, estas personas en realidad algo sabían acerca de Jesucristo porque lo persiguieron, persiguieron a Jesús hasta que Jesús hizo una obra de restauración. Estos dos ciegos clamaron, gritaron: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! Ese debiera ser el ruego nuestro frente a una realidad cuando no encontramos respuesta. Si estamos ciegos, si estamos a veces con falta de capacidad para resolver algo debiéramos gritar de la misma manera.
Tomado del sermón del 22 de marzo, 2015