En cambio, dejen que el Espíritu les renueve los pensamientos y las actitudes. Digamos siempre la verdad a todos porque nosotros somos miembros de un mismo cuerpo.
Efesios 4:23 y 25b (NTV)
¡Qué desafío decir siempre la verdad a todos! La razón es que somos miembros de un mismo cuerpo. Somos la iglesia de Cristo.
El texto nos invita a permitir que el Espíritu renueve nuestros pensamientos y nuestras actitudes porque es desde ese lugar interior que pueden surgir palabras verdaderas. Ni exageradas ni ásperas ni empalagosas.
Es bastante difícil. Somos seres relacionales y, generalmente, tendemos a evitar conflictos. Aun así, claro que hay gestos o palabras que pueden herirnos y distanciarnos de otros. El dilema que se presenta es de qué manera resolvemos estos inconvenientes.
Decir la verdad parece sencillo, pero no lo es tanto.
Hay personas de temperamento fuerte que caminan en constante “sincericidio”. Su forma de expresarse es descuidada y áspera, por lo tanto deja un tendal de gente lastimada por donde pasa. Su frase favorita es: “yo soy así. Me gusta decir la verdad de frente”. El problema sucede cuando su interlocutor le responde de la misma manera. En ese mismo instante, el que dice ir de frente es el que primero se ofende.
La contracara es aquel que no puede decir una verdad incómoda porque necesita tanto la aprobación de otros que tiende a callar. Endulza sus dichos o da tantas vueltas que al final los demás no entienden qué quiso expresar.
Necesitamos decir la verdad con amor y por amor. Jesús siempre lo hizo. Nunca dijo lo que el pueblo o los religiosos querían escuchar, sino lo que era verdad. Sus palabras no surgían para desquitarse del mal trato que le daban sus oponentes. Sus motivos siempre fueron puros. Él quería conducirlos a la vida plena. Cristo estaba lleno de gracia y de verdad. En ese orden.
Y la Palabra se encarnó y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, la que le corresponde como Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad
S Juan 1: 14 (BLP)
Tal vez pienses. “Bueno, no soy Jesús. A menudo mis motivos están mezclados. Quiero decir la verdad, pero mi personalidad suele jugarme malas pasadas”. ¿Qué tienen en común estos pensamientos? Están centrados en nosotros, no en los demás.
Es preciso que cambiemos nuestra perspectiva. Todos necesitamos que sean sinceros y nos digan la verdad cuando nos equivocamos, cuando no podemos ver con claridad, cuando juzgamos injustamente o criticamos a otros. El énfasis siempre tiene que estar puesto en el amor que nos une, en el interés genuino por sus vidas y en el deseo de que el Espíritu siga obrando con libertad y traiga edificación y crecimiento al Cuerpo.
Para esto es imprescindible que primero examinemos nuestro corazón, indaguemos para descubrir si algo de lo que vamos a señalar en el hermano también habita en nosotros. Y desde ahí expresar la verdad, pero revestida de gracia.
Mónica Lemos