El pueblo de Dios salió de Egipto precisamente el día en que se cumplían cuatrocientos treinta años de haber vivido allí. Toda esa noche Dios estuvo pendiente de ellos para protegerlos y sacarlos a salvo de Egipto. Por eso, y en recuerdo de lo que Dios hizo por ellos, desde entonces ningún israelita duerme durante la celebración de la Pascua.
Éxodo 12: 40-42 TLA
(Énfasis del autor)
Este texto está impregnado de ternura, del cuidado amoroso de nuestro Padre celestial. En la noche más oscura para su pueblo, Dios estuvo allí despierto, pendiente de ellos para protegerlos y sacarlos a salvo de Egipto. Salieron de noche. El Todopoderoso los cuidó durante todo el camino. La muerte los “pasó por alto”, sus vidas no corrieron ningún peligro.
En este sentido, podemos hacer un paralelismo con los acontecimientos que vivió Jesús. Durante la fiesta de Pascua, Él fue a Jerusalén aun sabiendo que su vida estaba en riesgo, comió con sus discípulos e instituyó esa última cena como recordatorio, también anticipado, de un nuevo pacto entre Él y su pueblo, fundado sobre su cuerpo molido y su sangre derramada.
Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.
San Mateo 26: 26-29 (RVR60)
Cristo también estuvo despierto por sus amigos. Veló y oró en profunda agonía. Mientras los demás dormían.
Luego fue Jesús con sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní, y les dijo: «Siéntense aquí mientras voy más allá a orar». Se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sentirse triste y angustiado. «Es tal la angustia que me invade, que me siento morir —les dijo—. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo». Yendo un poco más allá, se postró sobre su rostro y oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú». Luego volvió a donde estaban sus discípulos y los encontró dormidos. « ¿No pudieron mantenerse despiertos conmigo ni una hora? —le dijo a Pedro—. Estén alerta y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil». Por segunda vez se retiró y oró: «Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este trago amargo, hágase tu voluntad». Cuando volvió, otra vez los encontró dormidos, porque se les cerraban los ojos de sueño. Así que los dejó y se retiró a orar por tercera vez, diciendo lo mismo. Volvió de nuevo a los discípulos y les dijo: « ¿Siguen durmiendo y descansando? Miren, se acerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores. ¡Levántense! ¡Vámonos! ¡Ahí viene el que me traiciona!».
San Mateo 26:36-46 (NVI)
(Énfasis del autor)
Luego afrontó un arresto, un interrogatorio despiadado y un juicio infame que no tenía ninguna validez jurídica. No existían motivos para acusarlo. El Señor atravesó los momentos más difíciles de su vida en la más profunda soledad y totalmente despierto. De esta manera estuvo enfocado en que todo lo que su Padre había dispuesto para dar libertad y nueva vida a todos los que vivíamos alejados de Él, se cumpliera.
Aun cuando no puedas percibirlo, el Señor se mantiene despierto para protegerte y mantenerte a salvo en cualquier situación.
Mónica Lemos