Entonces Dios miró todo lo que había hecho, ¡y vio que era muy bueno!
Génesis 1:31 NTV
¿Alguna vez bordaste o, al menos, viste un bordado? Con hilo y aguja, se dan puntadas de distintas formas y se forman dibujos. Se puede hacer a mano y también a máquina. Y cuando uno comienza a hacerlo, lo primero que aprende es que no todas las telas son buenas para eso.
En un principio, debe ser una tela lo suficientemente rígida para que el dibujo no se deforme. Si se usa una lycra, por ejemplo, es probable que el dibujo cambie de forma una vez terminado el bordado, porque al pasar los hilos, la tela se va estirando, pero luego, vuelve a su forma original, deformando el diseño. No se ve nada, y lo más probable es que se termine agujereando la tela.
A veces siento que trato mis días como una tela elástica cuando en realidad es más bien un lienzo. Tanto el tiempo como la energía que yo tengo NO es algo elástico, es rígido. Y las actividades que trato de realizar son esas puntadas. A veces me sale un día hermoso, donde cada puntada fue con sentido, con propósito, en proporciones justas. Ahora, cuando trato de abarcar más de lo que me toca… El día se convierte en una tela de lycra que no para de estirarse y las puntadas se juntan tanto, que se apilan, se superponen y se me enredan los hilos.
“Unos minutitos más acá, ya que estoy, lo termino.” “Mientras estoy haciendo este trabajo, dejo esto que se vaya preparando.” “Sí, ¿lo necesitás para mañana? Bueno, ahora estoy a full, pero dale, trato de hacerlo.” Y así, de repente, el día se me llenó de tareas que no sé si eran tan importantes, porque a la hora de convivir con mis seres amados, ya estoy muy cansada o nerviosa como para seguir diciéndoles “amados”.
A mí me parece terrible que al morir nos vayamos tan desnudos como vinimos. ¿De qué nos sirve entonces tanto trabajar, y pasarnos la vida tristes, molestos, enfermos y enojados? Desde mi punto de vista, es muy poco lo que vivimos. Así que comamos y bebamos, y disfrutemos de lo que tanto trabajo nos ha costado ganar, pues así Dios lo ha querido. Si él nos da mucho, también nos permite disfrutar de lo que nos da; disfrutemos entonces de lo que tanto trabajo nos ha costado, porque es un regalo de Dios. Ya que Dios nos hace estar felices, dejemos de preocuparnos tanto por la vida.
Eclesiastés 5:16- 20 TLA
Hace poco no me podía dormir, pero de felicidad. No es que haya pasado nada excepcionalmente bueno, pero creo que vi, después de mucho tiempo, volví a ver: Mis ojos fueron abiertos a la cantidad y también a la calidad de bendiciones que tengo en mi vida.
No es que antes no estuvieran, simplemente mi cabeza estaba muy ocupada como para verlas. ¿Qué fue lo que cambió? Había descansado. Y de repente me di cuenta de que necesitaba menos de lo que creía. Lo que tenía ya era suficiente.
Es muy probable que tengas el chip de “trabajá hasta no poder más”, de la meritocracia o del perfeccionismo. O que tengas una vara muy alta con respecto a lo que “tenés que hacer” o “tenés que tener”. Pero no subestimes el descanso.
Incluso Dios descansó al séptimo día. Y también se tomó tiempo para mirar lo que había hecho.
Hacé una pausa cada tanto. Mirá lo que la mano de Dios te ayudó a lograr. Levantá un Eben-ezer.
Luego Samuel tomó una piedra grande y la colocó entre las ciudades de Mizpa y Jesana. La llamó Ebenezer (que significa «la piedra de ayuda») porque dijo: «¡Hasta aquí el Señor nos ha ayudado!».
1° Samuel 7:12 NTV
Yanett Sokur
