¡El milagro sigue en proceso!

Jesús siguió su viaje hacia Jerusalén, y tomó un camino que pasaba entre la región de Samaria y la región de Galilea. Cuando entró en una aldea, salieron a su encuentro diez hombres que estaban enfermos de lepra. Sin embargo, se quedaron un poco lejos de Jesús y le gritaron: —¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros y sánanos!

Lucas 17: 11-13 TLA
(Énfasis del autor)

¿Recordás la historia completa? Diez leprosos, a diferencia del paralatico del estanque, ellos sí conocían a Jesús. Eran diez hombres unidos por la desgracia. Diez enfermos que fueron juntos a buscar salud y sanidad. Estaban afuera de la ciudad porque no podían acercarse a Jesús ni a ninguna otra persona, pero gritaron desenfrenadamente para llamarlo.

Según la ley (Levíticos 13:45) no podían estar a menos de cincuenta metros de distancia del resto del pueblo. Tenían que tener vestiduras de acuerdo a su enfermedad, seguramente sucios, despeinados, gritando que nadie se acerque porque estaban enfermos. Pero ellos cambiaron sus gritos por un milagro, y la sanidad de ellos fue absoluta. Ellos creyeron, se levantaron y pelearon de alguna manera por la salud.

Jesús los vio y les dijo: —Vayan al templo, para que los sacerdotes los examinen y vean si ustedes están totalmente sanos. Y mientras los diez hombres iban al templo, quedaron sanos.

Jesús les dijo que vayan hacia la ciudad, justo en la dirección equivocada según la ley, pero sí que lo hicieron. Creyeron, y mientras iban caminando podían ver el proceso de la sanidad. El ardor, las escamas y el olor que emanaba la enfermedad, la piel enrojecida… todo cambió. No más hormigueo y debilidad muscular. Cada una de las heridas cicatrizadas totalmente.

En un instante, verse limpio, acariciar un cuerpo suave y puro, no puedo imaginarme esa sensación. ¿Te imaginás estar enfermo hasta el punto de ser despreciado y que de un momento a otro te cambie así la vida? Solo quien sufre una crisis semejante puede comprender.

¿Cuál fue tu lepra? ¿De qué te salvó Jesús? Estas preguntas tienen infinidad de respuestas, pero sé que vos y yo seguimos siendo tratados y en proceso. Todavía estamos caminando hacia su encuentro mientras el Señor sigue operando nuestras sanidades. Si estamos en comunión y cada día nos toca seguimos siendo transformados. Cuanto más le buscamos, más le pedimos… cuanto más gritamos por su toque, seguimos siendo salvos, sanos, nuevas criaturas.

Que lo que otros digan, lo que refleje el espejo de tu alma, la realidad que puede agobiarte no te impida reclamar lo que quiere darte. Todavía Dios sigue operando el milagro en tu vida… ¡Es maravilloso!

 

Ruth O. Herrera