El poder de decidir

A partir de entonces muchos de sus discípulos dejaron de seguirlo, y ya no andaban con él.Entonces, Jesús dijo a los doce: «¿También ustedes quieren irse?» Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.

San Juan 6.66-68 RVC

De los discípulos que estaban con Jesús, Pedro era alguien que a menudo metía la pata, pero eso ayudaba a que otros se sumaran detrás de él y participaran de sus locuras.

En una ocasión, después de que Jesús había alimentado a muchísimas personas les habló sobre el Pan de vida, parece que la palabra les cayó bastante pesada a los religiosos y a todos los que estaban en ese momento y algunos lo querían abandonar. El Señor vio esto y, sabiendo todo lo que había en los corazones de las ellos, les dijo que si los discípulos también lo querían dejar tenían el camino libre para hacerlo.

Imagino que Pedro habrá pensado: “yo dejé de pescar con mi papá, no voy a abandonar a mitad del camino, ya Jesús me entrenó, sufrí un montón de cosas, me voy a embarcar en el desafío de ver qué es lo que quiere este hombre, el Hijo de Dios que me está enseñando para que mi vida entre en una nueva etapa”. La Biblia no lo dice, pero pienso que posiblemente, igual que haríamos nosotros en una situación límite, le agarró el brazo a Jesús y le dijo ¿a quién iremos si solo tú tienes palabra de vida eterna? Este discípulo tuvo aquí una revelación extraordinaria

¿A quién se puede ir en este tiempo sino a Jesús que tiene todas las palabras que necesitamos cada uno de nosotros? ¿A quién iremos? en medio de las crisis podemos aprovechar para tener una nueva oportunidad de profundizar nuestra relación con el Señor y renovarnos en la esperanza que hay en Él.

Pastor Milton Cariaga

Todo líder necesita seguidores, a mayor número de personas que lo sigan es mayor su influencia. En todos los ámbitos de la sociedad hay quienes buscan seducir a quienes los escuchan con propuestas atractivas para poder lograr objetivos personales y acceder al poder y la fama.

Jesús, también en esto rompió el molde… Él no necesitaba seguidores. Su identidad estaba bien definida, no dependía de la aprobación de la muchedumbre. Su Padre rompió un silencio de 400 años solo para decirle:

Y una voz del cielo decía: «Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él».

S. Mateo 3:17 (NVI)

Esa realidad inconmovible puso un cimiento sólido a todo su ministerio. Él amaba a todos, les enseñaba, los sanaba, siempre estaba consciente de sus necesidades, tanto de las más evidentes como la comida y la salud, como de las más profundas, esas que generalmente no son fácilmente visibles. Por eso podía alimentar a una multitud y a continuación afirmar que Él era el verdadero alimento. Y cuando vio que sus declaraciones ofendían a los que estaban escuchando simplemente les dijo si quieren irse, son libres para hacerlo…

¡Qué líder extraño! ¿y si se quedaba solo? Si sus amigos decidían abandonarlo ¿qué hubiera pasado? Seguramente esos podrían ser los pensamientos y especulaciones de las autoridades religiosas, ellos temían perder influencia y poder, eso explica su obsesión por vigilar a Jesús de cerca.

Cristo nunca obligó a nadie a ser su discípulo, simplemente invitó a todos.

Hace un tiempo leí que en el tiempo en que nuestro Señor desarrolló su ministerio era costumbre que los rabinos observaran a los jóvenes que consideraban “prometedores” por sus cualidades intelectuales o religiosas y los seleccionaran para liderarlos. Simplemente les decían “sígueme” y ellos dejaban todo de lado por estar cerca de esos maestros. La novedad que introdujo Jesús es que ese “Sígueme” se lo dijo a personas a las que ningún rabino de renombre hubiera elegido.

Seguir al Señor nos beneficia a nosotros, nos da el verdadero sentido que sin darnos cuenta, a veces buscamos cuando seguimos una ideología, una filosofía de vida o a algún representante político.  Pero… ¡No existe mejor elección que quedarte a su lado y permitir que te lidere! Hasta el impulsivo Pedro pudo darse cuenta porque, a pesar de todas sus equivocaciones, permitió que su espíritu permaneciera sensible a la revelación de Quién era el que lo estaba dejando en libertad para irse.

Mónica Lemos