Dios les dijo a los israelitas: «Ustedes son mis testigos y están a mi servicio. Yo los elegí porque quería que confiaran en mí; los elegí para que entendieran que yo soy el único Dios. No habrá otro, ni antes ni después. Sólo yo soy Dios, sólo yo puedo salvarlos. Yo les anuncié que los salvaría, y así lo hice. No los salvó un dios extraño; de eso, ustedes son mis testigos. Yo soy el Dios de Israel, y juro que así es. Yo soy Dios desde el principio, y lo seré hasta el final. Nadie puede librarse de mi poder, ni deshacer lo que yo hago».
Isaías 43:10-13 TLA
Nosotros somos creyentes, pero a veces hablamos con nuestras propias palabras. Este es el tiempo en que el Señor levantará gente que discierna la diferencia entre tener una visión que puede ser buena, pero humana, o tener la visión de Dios.
Yo no quiero tener una visión humana sobre el futuro, quiero que Dios me dé Su visión y que me guíe hacia donde Él quiera. No quiero decirle a Dios «sígueme», sino seguirlo hacia donde Él quiere que vaya.
La mayoría de las personas que se han levantado con poder en la historia del cristianismo vivieron crisis casi insoportables. El Salmo 137 describe una de las peores situaciones que un ser humano puede vivir: ser privado de la libertad. El pueblo se lamentaba y decía:
«Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos y aún llorábamos, acordándonos de Sion. Sobre los sauces, en medio de ellos colgábamos nuestras arpas. Los que nos habían llevado cautivos, los que nos habían prisioneros, nos pedían que cantásemos, y los que nos habían desolado nos pedían alegría. Pero, ¿cómo vamos a cantar en tierra extraña? ¿Cómo cantaremos cántico de Jehová en tierra de extraños?»
Es curioso cómo Dios escuchó ese lamento, atendió esa situación límite, y vio más allá de las circunstancias históricas a esas personas que habían perdido la percepción de la presencia de Dios. Entonces, comenzó a moverse en sus vidas.
Levantó a un profeta llamado Ezequiel, quien comenzó a ver visiones de Dios. Venía un tiempo nuevo, y aunque el profeta también estaba caído como los demás, Dios le dijo: «Póntate de pie porque quiero hablarte».
Aunque esta sea tu condición, si estás caído, si estás mal, si estás desalentado/a, es el momento de comenzar a creer que el Señor te llama a ponerte de pie. El Señor te dice, como al profeta: «Come lo que Yo te doy, aliméntate de mí». «Hablarás Mis palabras».
Cuando el profeta fue levantado, el pueblo comenzó a vivir con otro espíritu, y entonces se escribió un nuevo Salmo que describía la esperanza nacida en sus corazones:
«Cuando Dios nos hizo volver de Babilonia a Jerusalén, creíamos estar soñando. De los labios nos brotaban risas y cánticos alegres. Hasta decían las demás naciones: «Realmente es maravilloso lo que Dios ha hecho por ellos». ¡Lo que Dios hizo por nosotros fue realmente maravilloso, y nos llenó de alegría!»
Salmo 126:1-3 TLA
En medio de lo peor, el Espíritu Santo te dará renuevo y nuevas expectativas de vida.
Pastor Hugo H. Herrera
2015