El último pan

Elías se levantó y se fue. Cuando llegó a Sarepta vio a una viuda que estaba juntando leña. Entonces la llamó y le dijo: —Por favor, tráeme un poco de agua en un vaso.

Cuando la viuda se volvió para traérselo, él le dijo: —Tráeme también un poco de pan.

Pero la mujer le dijo: —Te juro por Dios que no tengo pan. Sólo tengo un poco de harina en una jarra y un poco de aceite en una botella. Ahora estoy juntando leña para ver qué preparo para mi hijo y para mí. Después de comer probablemente moriremos de hambre, pues ya no tenemos más comida.Entonces Elías le contestó: —No tengas miedo. Ve y haz lo que has dicho. Pero primero cocina un pequeño pan para mí y tráemelo. Después prepara pan para ti y para tu hijo, pues el Dios de Israel dijo que no se terminará la harina que está en la jarra ni el aceite que tienes en la botella hasta que él haga llover otra vez.La mujer fue e hizo lo que Elías le dijo, y tanto ella como su hijo y Elías tuvieron comida durante muchos días. Ni la harina de la jarra ni el aceite de la botella se acabaron. Así se cumplió lo que Dios había dicho por medio de Elías.

1° Reyes 17:10-16 TLA

Una historia que comienza en la absoluta desgracia… Ella sufría en soledad y en un desamparo aterrador, sin parientes ni amigos. Vivía una espantosa existencia. ¡Cuánta desgracia y miseria!

Nadie se había acercado para interesarse por ella ni darle lo mínimo indispensable. No había bonos ni planes sociales a los que recurrir y lo poco que le quedaba lo había destinado a planear su fin y el de su único hijo.

Era su peor día, aquella mujer no escuchó música ni adoración, no conocía ni imaginaba circunstancias sobrenaturales… vivía como si no conociera la existencia de Dios.

Nadie le anticipó que su fin sería su comienzo, y así vencida de repente se cruzó con un hombre extraño excéntrico y aparentemente egoísta que se lo pedía todo… aunque su todo era nada.

La demanda de Elías era extrema porque no se trataba ni de harina ni de aceite sino de la vida de su hijo.

Y así en el total desconocimiento y la absoluta pobreza descubrió a Dios y el maravilloso plan que tenía preparado. Fue el Todopoderoso quien realmente la valoraba y reconocía.

Ella tuvo que decidir… dar y morir o dar y vivir y lo descubriría si confiaba más allá de sus fuerzas.

Decidir obedecer ante tal riesgo era absolutamente difícil

Finalmente dio toda su harina y cocinó aquel último pan

Ante la total desgracia se quedó sin palabras, sus terribles argumentos no fueron suficientes, se dio una nueva oportunidad…  y simplemente estuvo dispuesta

No hay duda después de conocer Eliseo y el poder de Dios la viuda pudo volver a comenzar.

¿Te imaginas con que ganas comerían el pan después de ese fatídico día? Cada bocado sería un nuevo milagro, cada amanecer una nueva oportunidad de seguir disfrutando la vida.

Hoy vos y yo tenemos otras crisis, nos faltan otras harinas, escasean otros aceites, y muchos días los vivimos como si no hubiera una real esperanza.

Pero sea cual sea tu realidad y la mía necesitamos vivir en la expectativa del milagro repentino, viendo nuestra poca harina como una buena oportunidad.

Hoy hay muchos que como Elías necesitan de nosotros y nos desafían a creer que el aceite no se acaba si Dios está en nuestra casa. Si nuestros hijos, padres, hermanos, los otros ven que nos arriesgamos cuando Papá se manifiesta nada nos falta… no aquello que es sustancial e imprescindible.

“La mujer fue e hizo lo que Elías le dijo, y tanto ella como su hijo y Elías tuvieron comida durante muchos días. Ni la harina de la jarra ni el aceite de la botella se acabaron”. 

Nuestra vulnerabilidad puede ser la gran posibilidad. Tenemos que enfrentar nuestras crisis dispuestos al proceso …

Ruth O. Herrera