… y toda lengua declare que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre.
Filipenses 2: 11 NTV
En la lengua castellana el término “señor” puede referirse tanto a una manera de tratamiento e incluso de cortesía y respeto a las demás personas, por ejemplo, el “señor García” o “señor Pérez”, como también referirse al propio Dios, y especialmente a Jesucristo. Estamos tan acostumbrados a oír y utilizar la palabra “señor” que tal vez no nos hemos parado a reflexionar y profundizar en el sentido del término “Señor” aplicado a Dios. El título de Señor es propio de Dios, porque sólo él es el Señor en el sentido más pleno y verdadero del término.
Cuando la Biblia afirma que Jesucristo es Señor, está diciendo que es el amo, el dueño de todo cuanto existe. Todo es suyo y además nadie se lo puede arrebatar. Él es quien ostenta todo el dominio y ejerce su autoridad de modo absoluto. Nadie hay por encima de él. Todo lo que quiere lo hace. Su palabra no encuentra oposición y su poder es sobre todo poder. Él es el “Rey de reyes y Señor de señores”
En la túnica, a la altura del muslo, estaba escrito el título: «Rey de reyes y Señor de señores.
Apocalipsis 19:16 NTV
Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, no es un señor más, equiparable a los demás señores. Es el Señor, el único Señor. Su dominio no tiene límites, abarcando tanto lo visible como lo invisible, lo terrenal como lo celestial. Su señorío no se impone con fuerza bruta ni con dictámenes autoritarios, sino con amor, sacrificio y una invitación abierta a seguirle.
Reconocer el señorío de Cristo es comprender que, aunque Él es el Rey eterno, su reino es diferente al de cualquier poder humano. Su reinado no se mide por el control, la opresión o el dominio sobre otros, sino por el servicio, la humildad y el sacrificio.
«El que quiera ser grande entre vosotros será vuestro servidor»
Mateo 20:26
Aceptar el señorío de Cristo en nuestras vidas es un acto de sumisión voluntaria, pero también de confianza plena. Al reconocer a Cristo como Señor, creemos y aceptamos incondicionalmente que su voluntad es buena, perfecta y agradable.
Pero… no se trata de una sumisión pasiva, sino activa, donde nos comprometemos a vivir de acuerdo a sus enseñanzas, buscando imitar su vida de compasión, justicia y perdón. Señorío de Cristo es sinónimo de sumisión, obediencia, subordinación, rendición. Tal cual Él mismo hizo en el Getsemaní…Tu voluntad y no la mía.
Todo esto ya lo sabemos, pero no siempre lo aplicamos en el día a día. La rutina no es fácilmente aplicada a “negarme para hacer Su perfecta voluntad”. Somos buenas personas, hijos e hijas de Dios, tenemos vida eterna, y justamente por eso necesitamos dejar que el Rey sea soberano en nuestras decisiones, pensamientos y voluntad. Saberlo no es sinónimo de vivirlo.
Todos necesitamos una y otra vez descubrir lo que ya conocemos.
Ruth O. Herrera