El valor de la honestidad

Potifar vio que Dios ayudaba a José y hacía que todo le saliera bien. Por eso trató amablemente a José, lo puso a cargo de su casa y de todo lo que tenía. A partir de ese momento, y gracias a José, Dios bendijo a Potifar en todo, y él no se preocupaba ya de nada, más que de comer. Un día, José entró en la casa para hacer su trabajo. Entonces ella, aprovechando que no había nadie en la casa, lo agarró de la ropa y le exigió: —¡Acuéstate conmigo! Pero José prefirió que le arrebatara la ropa, y salió corriendo de la casa. Entonces ella, al verse con la ropa de José en las manos, llamó a gritos a los sirvientes y les dijo: —¡Miren, este hebreo que trajo mi esposo ha venido a burlarse de nosotros! Se metió aquí y quiso violarme, pero yo me puse a gritar con todas mis fuerzas. Al oír Potifar las quejas de su esposa, se enojó mucho. Entonces agarró a José y lo metió en la cárcel, donde estaban los presos del rey.

Génesis 39: 3-6,11-15,19-20 TLA

¡La honestidad a cualquier costo! Esa fue la característica en la vida de José como esclavo. A pesar de lo injusto y de que lo metieron en la cárcel, se mantuvo fiel a sus creencias y valores, y por eso se convirtió no solo en consejero de confianza del rey, sino que llegó a gobernar Egipto. 

Aunque en la actualidad la honestidad puede interpretarse desde diferentes ángulos, frente al Señor es sinónimo de transparencia, asociada al carácter de Cristo.

La honestidad es un valor fundamental para cualquier relación, y a veces tiene un precio alto. A través de la historia, la honestidad no fue una característica universal y de una u otra manera las sociedades se ven afectadas por la deshonestidad de otros y sufren por eso.

Quizás seas alguien que se vio afectado por mentiras, estafas, incumplimientos, excesos o alguna otra situación como resultado de la falta de honestidad. Puede ser “normal” convivir en el trabajo, entre conocidos o más cercanos con esta realidad.

Jeffrey Wigand sufrió graves consecuencias por su honestidad. Era un químico que trabajaba para la empresa Brown & Williamson, una de las principales tabacaleras de Estados Unidos. En la década de 1980 se dio cuenta de que la empresa estaba agregando aditivos a los cigarrillos para aumentar su adicción y potencia y, obviamente, ocultando información sobre sus efectos nocivos. En 1995 decidió hablar sobre lo que sabía y se convirtió en un denunciante. Dio una entrevista al programa «60 Minutes» de la CBS, en la que reveló la información que había descubierto sobre la tabacalera.

Perdió su trabajo, su reputación y su seguridad financiera. También sufrió problemas de salud y estrés emocional. Sin embargo, la historia de Wigand también tuvo un final positivo. Su denuncia ayudó a cambiar la forma en que se regulaba la industria tabacalera en Estados Unidos. La FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos) comenzó a regular la industria tabacalera y se implementaron medidas para reducir la adicción al tabaco y los efectos nocivos de este. Wigand también se convirtió en un héroe para muchos y recibió numerosos premios y reconocimientos por su honestidad y valentía. Su historia fue llevada al cine en la película «El informante» (The Insider), protagonizada por Russell Crowe. 

Quien es discípulo de Cristo no puede negociar su honestidad. Frente a Dios somos transparentes. Podemos engañar o disimular ante otros, pero la honestidad no es negociable ante Papá. 

Las personas con integridad caminan seguras,  pero las que toman caminos torcidos serán descubiertas.

 Proverbios 10: 9 NTV

 

 

Ruth O. Herrera