Él vendrá como la lluvia

Esforcémonos por conocer al SEÑOR, hasta estar tan seguros en él como de que el amanecer llegará. Vendrá a nosotros como la lluvia, como el agua fresca que cae sobre la tierra.

Oseas 6: 3 PDT

Esforzarse. ¡Uf! Es una expresión que no está de moda. Distintos intelectuales de nuestra época mencionan que las nuevas generaciones desechan el valor del esfuerzo. Las ideas dominantes proponen obtener la mayor cantidad de beneficios sin invertir nada para obtenerlos. Es más, en nuestro país la filosofía del éxito inmediato, la posibilidad de lograr fama, poder o dinero  debido a un golpe de suerte o a contar con los contactos adecuados hacen estragos en medio de nosotros.

Si aún en este contexto a alguien se le ocurre esforzarse, es para lograr un objetivo tangible. Por ejemplo, estudiar para lograr un título, trabajar para mejorar nuestro nivel económico de vida o para ascender socialmente.

Ante este panorama, la Biblia nos desafía a esforzarnos por conocer al Señor. Poner todo nuestro empeño en esto. ¿Hasta cuándo? Hasta asentar nuestra seguridad en Él. Una certeza tal que se compara con la llegada del amanecer que es inexorable. Cada mañana el amanecer llega. Sí o sí. Independientemente de cómo nos sintamos, de que estemos despiertos o  dormidos cuando sucede. Siempre amanece, a distinta hora de acuerdo con las diferentes estaciones del año, pero ocurre. Siempre.

Vendrá a nosotros como la lluvia, como el agua fresca que cae sobre la tierra.

Él vendrá como la lluvia. Acudirá para terminar con nuestra sequía interior. Aliviará el calor asfixiante de las preocupaciones que nos agobian, refrescará nuestra vida reseca, nos dará una perspectiva renovada, recuperaremos la posibilidad de ser tierra fértil para su enseñanza.

Jesús explicó esta verdad de manera sencilla cuando contó la parábola del sembrador

 «El sembrador salió a sembrar su semilla. Mientras sembraba, parte de ella cayó junto al camino, y fue pisoteada y las aves del cielo se la comieron.  Otra parte cayó sobre las piedras, pero al brotar se secó por falta de humedad.  Otra parte cayó entre los espinos, pero la ahogaron los espinos que brotaron con ella.  Otra parte cayó en buena tierra; y brotó y produjo una cosecha del ciento por uno.»

Pero la semilla que cayó en buena tierra representa a los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan una buena cosecha porque permanecen firmes.

San Lucas 8: 5-8; 15 RVC

Al Señor se lo conoce mediante la lectura y estudio de las Escrituras y también por nuestra experiencia de comunión con Él que se sostiene a través del tiempo. Es un tipo de conocimiento que requiere insistencia y esfuerzo. No es instantáneo ni mágico.

Necesitamos tomar la decisión de aquietar el espíritu y deliberadamente cerrar nuestros oídos a todas las otras innumerables voces que reclaman nuestra atención y nos distraen. La mayoría de las veces ni siquiera son voces que tienen una base en la verdad, sino solamente opiniones o conceptos de moda que se ofrecen todo el tiempo. Solo te aturden y te dejan perplejo porque no aportan soluciones a los problemas que a veces el mismo sistema ha creado.

Desde el Antiguo Testamento el profeta Oseas nos insta a esforzarnos por conocer a Dios. Jesús refuerza la idea cuando nos recuerda que somos semilla que cae en buena tierra cuando revisamos nuestro corazón, retenemos la palabra y permanecemos firmes. El resultado es una cosecha abundante.

Mónica Lemos