Vengan a las puertas y a los atrios de su templo con himnos de alabanza y gratitud. ¡Denle gracias, bendigan su nombre!Porque el Señor es bueno; su amor es eterno y su fidelidad no tiene fin.
Salmo 100:4-5 (DHH)
En el día de ayer vimos que había levitas encargados de dar gracias a Dios todas las mañanas y las tardes en el templo. Hoy David nos enseña cómo debiéramos llegar al templo. Los que conocemos a Cristo vivimos bajo la gracia, ya no hay tareas que debamos hacer por obligación, si bien sí hay cosas que debemos hacer. La diferencia es que tenemos una motivación diferente. No es el oficio, es la actitud del corazón.
Les daré integridad de corazón y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos. Les quitaré su terco corazón de piedra y les daré un corazón tierno y receptivopara que obedezcan mis decretos y ordenanzas. Entonces, verdaderamente serán mi pueblo y yo seré su Dios.
Ezequiel 11:19-20 (NTV)
Esta promesa fue dada en el Antiguo Testamento. Siempre fue el deseo de Dios que nuestro ser sea tierno y receptivo, Él desea la obediencia que surge del amor, porque sabe que es la única que no tiene limitaciones.
Poco a poco volvemos a los cultos presenciales. Cada domingo es el día que apartamos para reunirnos como comunidad y celebrar al Señor juntos. Tal vez vos todavía no puedas hacerlo, pero la tecnología te permite compartir desde tu casa, en la intimidad de tu hogar, a lo mejor mate de por medio, un tiempo de rendir culto a Papá y darle gracias. Sobran los motivos y el texto menciona tres como para darnos un empujoncito: El Señor es bueno, Su amor es eterno y su fidelidad no tiene fin.
Qué afortunados son, Señor, los que saben alabarte con alegría. Ellos andan a la luz de tu presencia.
Salmo 89:15 (PDT)
¿Cómo entramos al templo? O ¿Cómo llegamos a la cocina y nos ponemos frente a la pantalla? David nuevamente nos dice cómo deberíamos llegar.
Adoren al Señor con gozo. Vengan ante él cantando con alegría.¡Reconozcan que el Señor es Dios! Él nos hizo, y le pertenecemos; somos su pueblo, ovejas de su prado.Entren por sus puertas con acción de gracias; vayan a sus atrios con alabanza. Denle gracias y alaben su nombre.Pues el Señor es bueno. Su amor inagotable permanece para siempre, y su fidelidad continúa de generación en generación.
Salmo 100:2-5 (NTV)
¿Podés imaginar qué diferentes serían nuestros encuentros en los cultos, redes, grupos de trabajo, si vos y yo entráramos de la forma que nos propone el salmista? Ya desde que pasamos por la puerta, en el atrio… El Señor habita en la alabanza de su pueblo…
Confieso que muchas veces he entrado en el templo, o últimamente a mi cocina con mi cabeza llena de preocupaciones, distraída o simplemente medio dormida, no consciente de mi privilegio de adoradora. Aparto el tiempo, pero a veces mi corazón y mi mente se dejan llevar por la costumbre y espero a que mis hermanos al adorar me guíen, me lleven, me contagien a ministrar al Señor con pasión. Y lo hacen.
Pero hoy el Señor me llevó a reflexionar en que Él está buscando adoradores, o sea, siempre me está buscando ¿Me dejaré encontrar? No importa el lugar, vamos al templo, pero vos y yo también somos Su templo.
Si cada mañana puedo enfrentar el día dedicándole a Papá una oración de gratitud, una canción de adoración y una actitud de entrega, cada día será el tiempo oportuno para vivir en Su compañía.
David, Salomón y los levitas dependían de rituales y liturgias… pero estoy segura que Dios miraba más allá y consideraba su adoración genuina, vos y yo tenemos el tremendo privilegio y la espectacular ayuda del Espíritu Santo quien nos revela a Jesucristo, así que todo sitio, todo lugar, cada día, hora y minuto podemos vivirlos en dependencia y profunda amistad con el Padre.
Gratitud y adoración… fuentes inagotables de vida plena
¡Aleluya! Alaben a Dios en su templo; alábenlo en su firmamento poderoso.Alaben a Dios por sus grandes obras; alábenlo por su tremenda grandeza.Alábenlo con sonido de trompetas; alábenlo con arpa y lira.
Alaben a Dios con panderos y danzas; con flautas e instrumentos de cuerda.Alaben a Dios con platillos sonoros; con platillos resonantes. Que todo lo que respira alabe al SEÑOR. ¡Aleluya!
Salmo 150 (PDT)
Mónica Lemos