Vivamos como si fuéramos uno solo. No seamos altivos, sino juntémonos con los humildes. No debemos creernos más sabios que los demás. No paguemos a nadie mal por mal. Procuremos hacer lo bueno a los ojos de todo el mundo. Si es posible, y en cuanto dependa de nosotros, vivamos en paz con todos.
Romanos 12: 16-18 RVC
Las personas con las que compartimos en familia o aquellos que amamos y son cercanos nos muestran que Dios los puso en nuestro entorno con un propósito.
Qué bueno es llevarse bien con la familia, en el matrimonio, tener buena relación con los hijos, los padres o hermanos. La familia como plan de Dios es proyecto eterno.
Fuimos engendrados/as por Cristo para una nueva vida que nos asegura una eternidad con Él. Esta verdad nos apremia en la necesidad de compartir la salvación con los que amamos.
La vida continúa para aquel que cree verdaderamente en Cristo. ¡Es maravilloso! Más cuando nuestros afectos acompañan esta fe. La promesa del Señor es que nuestra herencia no tiene fin.
Tu realidad es que podés vivir con los que amás por la eternidad. Proyectar un futuro sin límite con ellos. Familia, amigos, hermanos elegidos, nuestras relaciones son eternas. Por eso es imprescindible vivir hoy en paz, comunión, amistad, lealtad… haciendo lo bueno por y para ellos.
Fuimos creados eternos, es el ADN de Dios en nosotros, y debemos recuperar esa identidad de proyección, con la que la realidad se ve desde otra perspectiva. La salud y la enfermedad, la soledad y la compañía, la tristeza y la alegría no son limitaciones para quien vive proyectado en lo eterno. Hoy podemos anticiparnos a la vida eterna, en relaciones sanas y guiadas por el Espíritu Santo.
Aunque no es fácil encontrar un espacio diario para compartir con los que amás, la lectura de la Biblia y tiempo de oración, proponete crear con tu familia y amigos un plan para buscar juntos al Señor y disfrutar su presencia.
En la versión Palabra de Dios para Todos el párrafo de Romanos 12 se traduce así:
“Vivan en paz y armonía unos con otros. No sean orgullosos, sino amigos de los que la gente desprecia. No se crean mejores ni más sabios que los demás. No devuelvan mal por mal. Preocúpense por ganar el respeto de todos haciendo el bien. Traten de hacer lo posible para vivir en paz con los demás.”
¿Cómo lo escribirías en tu propia versión y vida cotidiana si pensás en tu familia y amigos?
Que cada experiencia en tus relaciones personales, en cualquier edad o situación, ayudes a los otros a experimentar la esperanza de vivir juntos para siempre.
Ruth O. Herrera