¿Hoy a quién?

Aunque Cristo siempre fue igual a Dios, no insistió en esa igualdad. Al contrario, renunció a esa igualdad, y se hizo igual a nosotros, haciéndose esclavo de todos. Como hombre, se humilló a sí mismo y obedeció a Dios hasta la muerte: ¡murió clavado en una cruz!

Filipenses 2: 6-8 TLA

(Enfasis del autor)

 

La diferencia absoluta y más distintiva del cristianismo es que fue justamente Dios quien se despojó de sí mismo, cambió su omnipresencia por nacer como ser humano. La creación fue impactada, la humanidad revalorizada en su transformación. Él mismo demostró que era posible lo que hombres y mujeres no alcanzaban: una real y contundente unión con el Padre para vivir rechazando el pecado y ser parte del Reino y Señorío de Dios. En esta realidad finita comprendió, sanó, elevó y salvó la humanidad del fracaso eterno.

Los evangelios son absolutamente claros y desde perspectivas diferentes nos muestran la excepcional vida de Jesús. Nadie que estuvo cercano al Señor fue anónimo para Él. Su tarea era servir a otros cada día, atender sus necesidades espirituales y también responder a sus necesidades físicas.  

La sociedad necesita nuestro compromiso, es urgente que mostremos un evangelio integral y efectivo. Cada uno de nosotros haciéndonos cargo de las situaciones que nos rodean y que requieren nuestra intervención.  No como una iglesia que solo se ocupa de lo “espiritual”,  sino, todos también involucrados en la vida de las personas de manera integral. Tomando tiempo para reflexionar, orar y accionar, pongamos las manos en el arado.

Dios nos está mostrando el resultado de su fidelidad y respaldo en las tareas sociales más que nunca. Con decenas de personas que diariamente reciben una Palabra de Dios en nuestro comedor social, con niños siendo asistidos en alfabetización y ayuda escolar, con la red bíblica de hombres que también asisten al comedor, con una efectiva acción de ropero comunitario. Dando asesoramiento en diferentes áreas y sobre todo abrazando a quienes más lo necesitan. Somos la iglesia cuando estamos juntos y también en nuestra tarea individual. Esta semana queremos desafiarnos a una vida más radical en la acción social. 

Te propongo que cada día, al  terminar de leer el devocional salgas a buscar una oportunidad para bendecir a alguien que lo necesite. Alguien con necesidad de ser escuchado, abrazado, dando algo que comer o dando una palabra esperanzadora.

Nuestro rol de cristianos se define en nuestros actos, porque son el fruto de nuestras convicciones, y estas están basadas en las enseñanzas de Jesús; quien nos educó, no solo con palabras, sino con hechos. Aún antes de nacer, desde su magnificencia y deidad, comienza a ilustrarnos su amor, dejando lo eterno y  limitándose a lo terrenal y finito. 

Hoy, al pensar juntos en el pasaje de  filipenses que tanto hemos leído, nos urge mirar dentro nuestro y considerar: ¿qué fui capaz de dejar para ayudar a los demás? Cambiando la idea de: “la importancia de lo  mío” por “la necesidad del otro”. 

Jesús se vació a sí mismo para encontrarnos, y lo que dejó, es tan perfecto que no podemos comprenderlo. Pero, como tanto hemos repetido: “el amor es dar”, y  debemos volver a preguntarnos: ¿A quién puedo ayudar hoy?

Ruth O. Herrera