Imagen y semejanza

Cristo es el Hijo de Dios, y existe desde antes de la creación del mundo; él es la imagen del Dios que no podemos ver. Por medio de él, Dios creó todo lo que hay en el cielo y en la tierra, lo que puede verse y lo que no se puede ver, y también los espíritus poderosos que tienen dominio y autoridad. En pocas palabras: Dios creó todo por medio de Cristo y para Cristo.
Colosenses 1:15-16 TLA

Cuando pensamos en Jesús pensamos en la forma que tomó Dios para habitar entre nosotros.
Por esto es que el Señor nos pide que seamos un instrumento de salvación, es decir, que nosotros hablemos de Cristo, pero nos cuesta mucho, pasamos gran parte de la semana mudos, sin comunicar este mensaje por distintos motivos.

Dios encomendó al pueblo de Israel expandir su mensaje y ellos fracasaron, luego envió profetas y los profetas fueron asesinados, y entonces decidió venir como hombre… ¡esto es lo extraordinario!

Nosotros tenemos el privilegio enorme de haber conocido a Dios: de saber cómo piensa, cómo siente, de qué manera nos ama a partir de que Él se hizo hombre. Por eso en Jesucristo habitan las dos naturalezas, enteramente hombre, enteramente Dios, y esto es como un misterio. En el pasaje de Colosenses 1 el apóstol Pablo está diciendo que Dios se dio a conocer en plenitud, se identificó con nosotros en cada detalle, como cuando lloró en la tumba de su amigo Lázaro.

Hay personas que se reprimen de mostrar sus emociones por ser cristianos, como si por ejemplo llorar fuera una señal de debilidad.
¿Cómo no vas a expresar los afectos? ¿Cómo no vas a sentir?, de lo contrario serías una máquina. Estamos preparados para sufrir y también para gozar, depende de la manera en que cada uno encare la vida y haga su propia historia. Por eso el Señor Jesús vino como hombre y sufrió nuestros dolores, llevó nuestras enfermedades, fue abatido, y el castigo que nosotros merecíamos fue sobre Él, y por sus llagas, por ese sacrificio, nosotros fuimos curados. Él, en cada momento de su vida fue auténtico y mostró quién era y lo que sentía.

Cuando mirás a Jesucristo te das cuenta de que Él es Dios y que vino para vos, que entiende tu sufrimiento, que habita aun en el corazón más desgarrado. El salmo 51 dice: “El Señor no desprecia un corazón quebrantado”, un corazón hecho pedazos.

Nosotros no solo creemos en Jesús sino le creemos a Jesús, y es ahí donde se inicia la fe para experimentar una nueva vida en Cristo.

No es una cuestión de conocimiento, no es una cuestión de saber intelectualmente acerca de La Escritura, sino de creer la Palabra que nos dice Jesucristo, que es ayer, hoy, y por los siglos. Como dice Colosenses: “es la imagen del Dios invisible”.
Si querés conocer a Dios, tenés que conocer a Jesús.
La Biblia da cuenta de lo que ha hecho, cómo vivió, y lo que dijo… ¡esto es extraordinario!

Jesús fue un hombre normal, con alegrías y tristezas, angustias y victorias. Cada paso que dio sobre la tierra fue un símbolo de que vos y yo podríamos superar cualquier situación si seguimos sus pisadas.
El Señor no fue un “superhéroe”, fue un hombre atado a las limitaciones del cuerpo, pero libre para decidir cómo vivir. Cada día su elección de vida nos dejó el desafío de cómo elegimos vivir.

Vos y yo somos hechos a SU IMAGEN Y SEMEJANZA.
Esto es lo grandioso de ser sus discípulos… la certeza de que nuestra humanidad no nos limita para vivir en la plenitud de su Espíritu.

Ruth O. Herrera