¿Qué diremos entonces? ¿Vamos a seguir pecando para que Dios se muestre aún más bondadoso? ¡Claro que no! Nosotros ya hemos muerto respecto al pecado; ¿cómo, pues, podremos seguir viviendo en pecado?
Romanos 6: 1-2 DHH
Donde está el Espíritu hay libertad, no hay esclavitud. ¿Cómo voy a vivir esclavo de algo?
Si alguna vez visitaste a un curandero o buscaste ayuda en lugares oscuros y les diste autoridad, más allá de la obra espiritual que opera en esos lugares, las palabras que fueron dichas sobre tu vida tienen un peso y un poder, y quizás no le diste valor a ese hecho o no te diste cuenta de que tuvo influencia en tu vida. Como a esa palabra que se le asigna un poder dogmático, o a personas a las que se las considera infalibles: pastores, profetas, sacerdotes, o un hermano que consideramos “mayor”. Esos hechos y esas palabras llegan muchas veces a tener un gran peso, que no es justamente un peso de gloria.
Pero a quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado.
Juan 1: 12-13
Es un buen momento para confesar que fuiste engendrado/a por Dios, fecundado por el Espíritu con un nuevo ADN, una nueva identidad. Esto tiene que ver con un tiempo y un espacio, tiene que ver con lo que Jesús le dijo a Nicodemo: “Si no nacés de nuevo no podés ver el reino de Dios”.
Solo quien ha tenido esa experiencia puede comprender el reino de Dios, y es libre del espíritu de esclavitud para ser lleno del Espíritu de la libertad, por lo cual ya no hay temor y eso es maravilloso. Sos responsable ante Dios y sos responsable por tu propia vida, porque fuiste engendrado/a nuevamente por Él. Esta es la experiencia bendita de vivir con un Dios que se relaciona con nosotros al que podemos decirle Papá.
Pero cuando una persona se vuelve al Señor, el velo se le quita. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por eso, todos nosotros, ya sin el velo que nos cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y vamos transformándonos en su imagen misma, porque cada vez tenemos más de su gloria, y esto por la acción del Señor, que es el Espíritu.
2ª Corintios 3: 16-18 DHH
La libertad es el resultado de conocer, intimar y desarrollar una amistad con Él; amistad en la que el Espíritu Santo se mueve y nos asiste en cada paso. Vivir esclavos de la religión o de cargas pesadas, sentirse encadenado de uno mismo es el resultado de no experimentar el evangelio completo de Cristo. Tenés que conocer y relacionarte con Dios por medio de Su Gracia, descubrir por Su Espíritu el amor que trae vida, y vida en abundancia. Discernir la palabra dicha y examinar las enseñanzas que siempre y de alguna manera afectan tu vida. La libertad que Cristo vino a darnos comienza en el conocimiento de Su Palabra, y no cuando la ley, los ritos o las modas cristianas, son “tu pan diario”. Jesús habló con simpleza, no complicó el evangelio de Salvación, más bien lo actúo, fue protagonista de la Gracia.
Pastores Ruth y Hugo Herrera
