La Luz te hace brillar

«Ustedes son la luz de este mundo. Una ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo, procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo».

San Mateo 5: 14-16 (DHH) 

Cuando una persona reconoce a Cristo como su Salvador y dueño, nace de nuevo; inicia una nueva vida originada en el Espíritu. Dicho de otra manera, la Luz habita en ella. Por eso tiene otras posibilidades que trascienden su herencia biológica: ahora es un hijo de Dios.

En este pasaje, Jesús se dirige a nosotros, nos compara con una ciudad y con una lámpara ¿Qué tienen en común? Las dos iluminan desde lo alto.

Ahora bien, luego nos desafía a permitir que esa luz brille delante de la gente. A hacer el bien para que todos alaben a nuestro Padre. 

Hay una historia bíblica que ilustra esta verdad. Voy a resumirla porque seguramente la has escuchado o leído en muchas ocasiones: En la ciudad de Jericó vivía un hombre que era jefe de los cobradores de impuestos y, además, muy rico. Cuando se enteró de que Jesús pasaba por allí quiso verlo a toda costa y, como era bajo de estatura, se subió a un árbol. En ese momento, Jesús miró hacia arriba, lo llamó por su nombre y le dijo que iba a hospedarse en su casa. Obviamente Zaqueo lo recibió. Lo medular de la historia es lo siguiente: 

Zaqueo se puso de pie delante del Señor y dijo: —Señor, daré la mitad de mi riqueza a los pobres y, si estafé a alguien con sus impuestos, le devolveré cuatro veces más. Jesús respondió: —La salvación ha venido hoy a esta casa, porque este hombre ha demostrado ser un verdadero hijo de Abraham. Pues el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar a los que están perdidos.

San Lucas 19:8 al 10 (NTV)
(Énfasis del autor)

Aquello que empezó por curiosidad finalizó con una transformación muy concreta, tanto en el hospedador como en Jericó.

¿Cuántos pobres habría en esa ciudad? No sabemos. La Palabra dice que recibieron la mitad de la riqueza de Zaqueo. ¿A cuánta gente habría estafado con su oficio? Solo podemos imaginarlo, lo que realmente impresiona es que les haya devuelto cuatro veces más. Nadie se lo había exigido. Ni siquiera el Maestro.

Seguramente si hubieras estado en el lugar de los pobres o en el de los abrumados por impuestos abusivos, tu vida hubiera dado un vuelco importante. Justamente eso fue lo que pasó: los habitantes de Jericó vivieron un avivamiento económico inmediato y de la manera menos pensada.

Zaqueo recibió la Luz de lo alto y la hizo brillar. Sus buenas obras estuvieron expuestas a la vista de todos.

¿Y nosotros? ¿Cuál será el desafío que nos dará el Señor para hacer que su Luz brille en nuestra sociedad? ¿Seremos capaces de aceptarlo?  

 

Mónica Lemos