La mesa está servida

Luego tomó en sus manos una copa de vino y le dio gracias a Dios por ella. Entonces dijo: «Tomen esto y repártanlo entre ustedes. Pues no volveré a beber vino hasta que venga el reino de Dios».Tomó un poco de pan y dio gracias a Dios por él. Luego lo partió en trozos, lo dio a sus discípulos y dijo: «Esto es mi cuerpo, el cual es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria de mí».

Después de la cena, tomó en sus manos otra copa de vino y dijo: «Esta copa es el nuevo pacto entre Dios y su pueblo, un acuerdo confirmado con mi sangre, la cual es derramada como sacrificio por ustedes. »Pero aquí en esta mesa, sentado entre nosotros como un amigo, está el hombre que me traicionará. Pues está establecido que el Hijo del Hombre tiene que morir. ¡Pero qué aflicción le espera a aquel que lo traiciona!». Los discípulos comenzaron a preguntarse unos a otros quién sería capaz de hacer semejante cosa.

Lucas 22: 1723 NTV

En pascuas celebramos, estamos con la familia y a veces invitamos amigos. Las fechas especiales son oportunidades para reunirnos y comer, compartir anécdotas, disfrutar de una rica rosca o huevos de chocolate. Sin embargo aunque comamos juntos, podemos no estar en comunión, aunque físicamente estemos presentes, podemos estar por compromiso, por tradición, porque si no alguien de la familia se ofendería…

En Jesús era evidente su deseo y necesidad de establecer vínculos cercanos y profundos, por eso en esta última cena, además de anunciarles su muerte, Él necesitaba contención y respaldo. ¡Qué escena tan descriptiva y amorosa!, el Rey de reyes buscando la compañía y el sostén de los que aun no entendían que pasaba realmente.

Siempre creemos y decimos que necesitamos estar cerca de Cristo para nuestro bien y es absolutamente verdad, pero también hay una realidad paralela y es que fuimos creados por amor y para amar a Dios. Si estamos atentos a su voz cada día podríamos escuchar al Señor tal como la escucharon Adán y Eva… ¿Dónde estás?

Cristo, el Rey, el autor de la vida, el que murió por nosotros desea estar tan cerca como para compartir la mesa ¡Realmente lo desea! Esa avidez está plenamente vigente y el último libro de la Biblia lo reitera:

Mira, yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos.

Apocalipsis 3:20 DHH

Este texto es muy conocido. Los predicadores lo han utilizado para invitar a las personas a acercarse a Jesús y está bien. Podemos decirlo de memoria,

pero perdemos de vista su profundo contenido, una clara expresión de Su deseo… “estoy llamando a tu puerta”

El Señor quiere que le abramos la puerta de nuestra vida, nuestra rutina, nuestros pensamientos… nuestra voluntad

Después de leer: ¡Cuánto he deseado comer con ustedes antes que padezca! me conmueve saber que padeció injustamente por mí. Él aun siendo el dueño de todo, espera, desea, anhela fervientemente que “alguno” abra la puerta para entrar y cenar con él.

Su deseo no ha cambiado.

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo es para la iglesia, es para cada uno de los suyos, para vos y para mí. Cristo quiere compartir esa comunión íntima de la comida cotidiana. Y aclara que Él cenará con nosotros…pero también nosotros con Él.

Te propongo que prepares una mesa real o simbólica y no dejes de cenar con Aquel que te espera día a día… Hoy podés ser quien diga: “La mesa está servida”

Mónica Lemos

Ruth O. Herrera