La Resurrección

Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá»

Juan 11:25 RV1960

 

Estas palabras no solo revelaban la autoridad divina de Cristo sobre la vida y la muerte, también anticipaban el milagro que cambiaría la historia de una familia, de los discípulos y de muchas personas, frente a la tumba de Lázaro.

Jesús no solo estaba hablando de este milagro, al mismo tiempo anunciaba que por ser la fuente de vida Él mismo resucitaría.

 

Resucitar a su amigo fue el desencadenante para que, quienes lo perseguían, decidieran hacer planes concretos para poner punto final a su vida.

Y para quienes lo seguían, este milagro les anticipó y les dio testimonio de lo que en poco tiempo ellos mismos iban a vivir, al perder al Maestro. Aunque no comprendieron en ese momento completamente el alcance de estas palabras.

 

Cuando Lázaro enfermó y finalmente murió, sus seres queridos experimentaron el dolor de la pérdida y la confusión ante la aparente falta de respuesta de Jesús.

La perplejidad de los discípulos y amigos revela nuestra propia lucha cuando enfrentamos situaciones difíciles y, aparentemente, sin esperanza.

¡Cuántas veces no recordamos plenamente el poder transformador de Jesús en medio de los días malos! 

La historia de la resurrección de Lázaro no solo es un testimonio del poder divino de Jesús, sino también una lección profunda sobre la fe y la paciencia y, a la vez, expone de manera superlativa la empatía que Él sentía por el dolor ajeno.

Jesús lloró, y leer esta pequeña frase no describe totalmente la situación real.

Quien era la resurrección lloró frente a la muerte. Como si dejara al descubierto que no juzga el dolor de quienes sufren. El Rey de la vida lloró ante la muerte.

Él mismo se había demorado para ir a Betania, provocó la desesperanza en sus amigas, pero al mismo tiempo empatizó con ellas.

Jesús dejó salir su grito de angustia al gritar “Lázaro, sal fuera”

Su tiempo y sus métodos pueden no coincidir con los nuestros. Pero al final, Su soberanía y amor, superan nuestra realidad. La muerte de Lázaro nos recuerda que, en nuestros momentos de mayor desesperación, Jesús es la fuente de vida y la respuesta a nuestras oraciones más profundas. 

La profunda tristeza frente a la tumba de su amigo nos deja saber que Él llora también nuestras tristezas, comparte nuestra angustia y aún así puede declarar vida. 

No comprendo de manera absoluta lo que el término resurrección significa, es más una palabra que es común en mi lenguaje cristiano y evangélico. Por eso necesito que el Espíritu Santo me revele la resurreción de Jesús a mi espíritu y lo desenmascare en mi mente. Si puedo comprender más profundamente el poder de la resurrección, creo que ante el dolor, mi tristeza se va a transformar en gozo profundo. 

Jesús, el gran Yo Soy, hoy quiere manifestarse como nuestra vida y resurrección.

 

Ruth O. Herrera