La Vid

El viñedo del Señor todopoderoso, su sembrado preferido, es el país de Israel, el pueblo de Judá.

Isaías 5:7 DHH

 

De Egipto trajiste una vid; expulsaste a los pueblos paganos, y la plantaste. Le limpiaste el terreno, y ella echó raíces y llenó la tierra.”

Salmo 80:8-9 RV

 

En el Antiguo Testamento se menciona muchas veces a la vid asociada al pueblo de Israel. Profetas como Isaías, Jeremías, Ezequiel, Oseas, la describen para hacer referencia a la nación que Dios formó con un claro propósito. Así la vid llegó a ser un símbolo del pueblo hebreo.

Pero la nación no entendió el plan magistral del Padre, así que Cristo tuvo que cumplir el mandato y un solo hombre hizo posible lo que todo un pueblo no pudo.

La nueva patria que Jesús vino a formar hasta hoy es resistida por el pueblo hebreo, que no comprendió su mensaje y salvación. 

La misión del pueblo de mostrar al único Dios y manifestar sus obras al resto del mundo se truncó una y otra vez, hasta la llegada del Mesías. Entonces hubo una “nueva vid”

 

Yo soy la vid verdadera…

Juan 15: 1ª

 

Jesús vino como la luz y el camino que guía al Padre, a transforma a quienes creen en Él en el nuevo pueblo escogido y nación santa.

El Señor vino a establecer una nueva identidad en un pueblo que se resistió a obedecer a su Dios.

Él vino como restaurador y buscó entre sus conciudadanos hombres y mujeres dispuestos a formar una nueva comunidad. Un pueblo que pueda de una vez abrir los ojos de su entendimiento e identificar la libertad que se obtiene al depender de Cristo.

 

Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la cultiva. 

Juan 15: 1 DHH

(Énfasis del autor)

 

El pasaje de Juan 15 es muy rico en conceptos que muestran la obra que Jesús vino a hacer por la humanidad. Plantea la veracidad e identidad de Jesús. El verdadero Mesías, el único hijo del Dios viviente. Esta es la piedra de nuestra fe. Jesús mismo es el objeto de nuestra creencia. Es el fundamento del nuevo pueblo, raíz y tronco de la nueva vid.

Hacedor y sustentador de la salvación.

 

El Padre Celestial es quien tiene la idea e interviene en el desarrollo del cultivo. Jesús declara que es el Padre quien plantó la vid y la cuida. La relación Padre-Hijo se ve claramente en esta metáfora como también la actividad que cada uno desarrolla. 

 

Jesús sabía quién lo respaldaba y sostenía. “El Padre y yo somos uno”. “Yo soy la vid y el Padre es mi labrador”. Dios como Padre está en constante actividad y cuida de que los pámpanos den frutos, de lo contrario los quitará. 

 

Es maravilloso saber que nuestra vida tiene un profundo sentido de pertenencia, somos parte de una viña celestial. Al conocerlo vos y yo encontramos en Jesús todo lo necesario para el fluir en la vida plena con la misma simpleza con la que los pámpanos permanecen unidos a la planta que les dio la vida. 

 

Permanecer en la vid, es una constante de privilegios. Sumado al torrente de la vida tenemos los amorosos y detallados cuidados del Padre a quien Jesús mismo describe como el Labrador. Permanecer en la vid, es estar cerca de otras ramas que comparten nuestra identidad, que nos alientan, que acompañan nuestro transitar, con quienes estamos

 

Si deseas experimentar el fluir de la savia que recorre la vid, no podés desprenderte de las ramas de Jesús. 

Esta es tu garantía para ser parte del nuevo pueblo y tener plenitud de vida… estar unido a la vid verdadera.

 

 Carolina Parisi y Ruth O. Herrera