Lo simple también bendice

Su señor le dijo: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu Señor”.

Mateo 25: 21 R.V

El historiador Philip Schaff describió la supereminente influencia que Jesús tuvo en la historia y cultura del mundo. Este Jesús de Nazaret, sin dinero ni armas, conquistó más gente que Alejandro Magno, César, Mahoma y Napoleón; sin ciencia… él aportó más luz a asuntos divinos y humanos más que todos los filósofos y eruditos combinados; sin elocuencia de escuelas, desarrolló una palabra tan viva como nunca antes se habló ni hablará y produjo efectos más allá del alcance de oradores y poetas; sin escribir una sola línea, provocó más plumas en movimiento y proveyó temas para más sermones, debates, libros de enseñanza, obras de arte e himnos de alabanza, más que todos los grandes hombres de tiempos antiguos y modernos.

(Recopilado de whoisjeus.com)

Somos portadores de esa gloria. La gloria del Señor y su presencia no le pertenece solo a los que son “distintos y ungidos”, la gloria del Señor le pertenece a todo aquel que se abre a su presencia. Después vendrá la manifestación de lo que el Señor haga, el resultado de esa búsqueda y de la actitud del corazón. 

Dios nos va a provocar a cosas extraordinarias, pero si nosotros no empezamos por lo ordinario, por aquellas cosas simples, ¿cómo podemos pensar en ir a servir fuera del país, ser misioneros al África, si no somos capaces de darle un apretón de manos a alguien?, ¿si no podemos dialogar con un vecino si no podemos establecer una comunicación con un compañero de trabajo o de estudio? ¿Cómo Dios nos va a llevar a cosas maravillosas si no hemos sido fieles en lo poco? ¿Cómo no recordar aquel texto “bien, buen siervo y fiel, en lo poco has sido fiel sobre lo mucho te pondré”?  

Una iglesia poderosa empieza desde lo sencillo, desde lo pequeño, como ese granito de mostaza que después produce algo extraordinario para que otros habiten en esa presencia. 

Dios le da valor a lo pequeño, no hay una sola persona ignorada por Dios, no hay una sola persona en quien Dios no se haya fijado. 

Es imprescindible que veas la necesidad de la gente, pero que no quedes ahí, porque el ayuno que Dios prefiere es que desates las ligaduras de impiedad que hay en tu vida y en la vida de los demás. 

Estás llamado a ser como tu maestro y a manifestar la supereminente influencia que Jesús tuvo entre su pueblo. Vos tenés lo que otros no tienen, sabés lo que otros no saben y conocés a quien muchos no conocen. Sos portador de la bendición y capaz de desatar milagros… Sos una persona común provocando cosas extraordinarias

 

Pastores Hugo y Ruth Herrera