No me eligieron ustedes a mí; fui yo quien los elegí a ustedes. Y los he destinado para que se pongan en camino y den fruto abundante y duradero.
San Juan 15:16 (BLPH)
¡Cuántas veces hemos leído o escuchado este texto! Tantas, que podríamos decirlo de memoria. El que habla aquí es Jesús. Nos recuerda que Él nos eligió y que nuestro destino es dar fruto. ¿De qué tipo? Abundante y duradero.
Ayer mencionábamos que Dios nos considera sus primicias, sus mejores primeros frutos. En la naturaleza, un fruto de una determinada especie da como resultado otros frutos de la misma especie. Esta realidad quedó establecida por Dios desde el principio de la Creación
Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno.
Génesis 1:11 y 12 (RVR60)
(Énfasis del autor)
Cristo retoma este ejemplo del árbol y el fruto (como otras veces); en este caso, para hablar de los resultados que naturalmente produciremos si permanecemos en Él.
Podemos estar seguros de que su voluntad es que demos fruto de Él. No obstante, para que eso se produzca debemos permanecer unidos a la Vida que Jesús produce.
Si persistimos en que prevalezca nuestra naturaleza humana, los resultados pueden llegar a ser buenos, pero siempre serán humanos. Nuestra sociedad nos enseña que todo se logra con esfuerzo. Para obtener los mejores resultados debemos trabajar arduamente. Y estamos tan acostumbrados a ese modelo que, sin querer, a veces lo trasladamos a la obra del Señor.
El problema fundamental que tiene este tipo de enfoque humanístico es que contradice la Escritura. ¿Por qué? Simple, según lo que Jesús enseñó, el fruto es el resultado natural de nuestra dependencia de Él. Aquello que sembremos, producirá resultados de acuerdo con su género.
Cuando damos fruto abundante, se producen resultados en el cielo: Dios es glorificado. Jesús lo declara de la siguiente manera:
Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos.
San Juan 15:8 (NVI)
No olvides que fuiste engendrado del Espíritu para dar fruto genuinamente espiritual.
Mónica Lemos