Éste quería conocer a Jesús, pero no conseguía verlo porque había mucha gente y Zaqueo era pequeño de estatura. Por eso corrió adelante y, para alcanzar a verlo, se subió a un árbol cerca de donde Jesús tenía que pasar. Cuando Jesús pasaba por allí, miró hacia arriba y le dijo: —Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que quedarme en tu casa.
Lucas 19: 3-5 DHH
¿Te subirías a un árbol por Jesús? ¿Qué locura harías por encontrarlo?
Esta es una casa muy diferente a la del fariseo que mencionamos ayer. Esta era una mesa dispuesta, porque el anfitrión deseaba una nueva vida.
Zaqueo se levantó entonces y le dijo al Señor: —Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo; y si le he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces más.
Lucas 19: 8 DHH
Todo fue expuesto a los cambios que Jesús provoca. El dueño de la casa, un estafador profesional, sus riquezas, los lujos, la abundancia de ser un hombre rico… Todo fue afectado por la entrada de Jesús a la casa.
“Tengo que entrar a tu casa”. Es urgente. Totalmente necesario. Tengo que sentarme a tu mesa. Lo dijo al mirar hacia arriba y ver a Zaqueo, y lo dice hoy, cada día, todo el tiempo, a cada persona que corre para encontrarlo.
Yo soy Zaqueo, todos somos Zaqueo: necesitados de ser transformados, de solucionar nuestras relaciones personales con quienes de alguna manera defraudamos o se sintieron defraudados por nosotros. Vos y yo, ante la presencia del Rey, también somos pequeñas personas que necesitan a Jesús en la cocina, el cuarto, la oficina, el auto o colectivo, de mañana y de noche. Una transformación intencional y consiente. El Señor entra una y otra vez a tu casa y la mía. No dice el relato cómo y cuándo Zaqueo puso su vida en orden. Si siguió siendo recaudador, uno honesto. Pero Jesús entró a esta casa para darle una nueva identidad.
Hoy el Señor te dice y me dice: —Hoy, otra vez ha llegado la salvación a esta casa, una vez más quiero darte una oportunidad de ser mi amigo/a. Dejame sentarme cada día a tu mesa. Dame un lugar.
¡Sí, Señor, quiero que me transformes, te invito a mi mesa… Mi casa es tu casa!
Ruth O. Herrera