Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
S. Mateo 6:21 (NVI)
El Señor nos enseñó a darle el más alto valor a las relaciones, en primer lugar con nuestro Creador y después con los demás. Él no quería que nuestras prioridades se ordenaran en torno al dinero, ni al tiempo, a las cosas que deseamos obtener, al trabajo, etc.
Tal vez pienses: “Sí. Ya lo sé”. Es cierto, todos lo sabemos, pero saberlo no significa que siempre lo hagamos.
Es muy fácil que los quehaceres diarios ocupen todo nuestro tiempo y energía y se interpongan entre lo que sabemos que debemos hacer y lo que realmente hacemos. Por ejemplo un día nos levantamos más temprano para pasar más tiempo de intimidad con el Señor, pero al rato suena el whatsapp e inmediatamente nos distraemos; alguien nos está contando un problema serio, tratamos de escuchar con atención, sin embargo al mismo tiempo estamos pensando en nuestras propias dificultades.
Ahora bien, comprender el problema no hace que los cambios se produzcan solos. La única manera de cambiar nuestras prioridades es empezar a tomar decisiones diferentes.
Jesús nos enseña de qué manera podemos cambiar nuestras decisiones. En primer lugar necesitamos reemplazar nuestro sistema de valores por el de Él, y luego comenzamos a actuar de acuerdo a Su modelo.
Su propuesta es sencilla: Amar a Dios con todo el corazón, alma, mente y fuerzas y amar al prójimo como a nosotros mismos
Muchas veces hay una gran diferencia entre lo que creemos que valoramos y lo que en realidad valoramos. No siempre somos conscientes de esa diferencia. Para descubrirlo podemos hacernos algunas preguntas y responderlas con sinceridad:
- ¿Qué es lo primero que pienso en las mañanas?
- ¿Qué dice mi agenda en cuanto a mis prioridades?
- En cuanto al dinero, ¿qué es lo que pago siempre, cueste lo que cueste?
- ¿Cuál es el tema que predomina en mis conversaciones?
- ¿Cuál es mi último pensamiento antes de quedarme dormido?
Hay por lo menos dos temas que muchas veces ocupan el primer lugar en nuestras vidas: El dinero y las tareas.
En una época híper materialista es muy fácil que el dinero se convierta en un “amo” que absorbe todas nuestras energías sin que nos demos cuenta. Confundimos necesidad con deseo y nos esforzamos mucho por adquirir cosas que no necesitamos, al tal punto que sin querer desplazamos al Señor de ocupar el lugar que solo a Él le corresponde. O nos preocupamos tanto por tener aquello que necesitamos que perdemos de vista que Papá lo sabe y quiere dárnoslo.
Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas.Por eso les digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?
S. Mateo 6: 24-26 (NVI)
La vida de Jesús está llena de encuentros que muestran la importancia que le daba a las relaciones con la gente, Cristo mostraba un real equilibrio entre el tiempo que le dedicaba a comunicarse con las personas y las tareas que tenía por delante.
Él nunca estaba apurado. Dedicaba largas horas a estar en comunión con su Padre, también enseñaba, sanaba enfermos, daba de comer a los necesitados, bendecía a los niños y cuando estaba cansado simplemente dormía. No obstante cumplió el plan perfecto de Dios en solo tres años de ministerio.
Siempre utilizó su tiempo sabiamente.
En historias como las de Jairo y la mujer de flujo de sangre y otras similares el Señor elegía detenerse para hablar con la gente y escucharla con atención, aunque eso demorara o interrumpiera su itinerario de ese día.
Él nos dio el ejemplo para que nosotros hagamos lo mismo. Esto no significa que el dinero o las tareas no sean importantes, sino que a cada cosa hay que darle su verdadero valor, el que nuestro Señor quiere que le demos.
Si ponemos como prioridad desarrollar una relación saludable con Dios y con los demás, esto nos permitirá mantener un sabio equilibrio entre nuestras necesidades, obligaciones y tareas.
El evangelio lo dice de esta manera:
Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
S. Mateo 6:33 (RVR60)
Mónica Lemos
