Porque el Espíritu que Dios les ha dado no los esclaviza ni les hace tener miedo. Por el contrario, el Espíritu nos convierte en hijos de Dios y nos permite llamar a Dios: ¡Papá! El Espíritu de Dios se une a nuestro espíritu, y nos asegura que somos hijos de Dios
Romanos 8:15-16 RVC
¡Qué bueno es ser hijos de Dios! ¡Qué bueno que cada día podemos reconocernos parte de Su familia!
Es verdad que hay circunstancias en la vida en que necesitamos volver, no sólo a sentir y a pensar, sino a experimentar de manera tangible que somos hijos de Dios. Momentos en que este misterio se manifiesta en una experiencia íntima con el Espíritu Santo y vivenciamos cómo Dios nos confirma que somos Sus hijos.
La consecuencia directa de ser sus hijos nos direcciona de manera contundente a las obras que Dios nos preparó anticipadamente para que andemos en ellas, las que reproducimos por tener Su ADN. Hoy podemos, a pesar de cualquier circunstancia, vivir en la herencia que Jesús nos asignó en la salvación, sobrellevar y echar por tierra las barreras que la realidad nos presenta.
La característica visible de Su paternidad en nosotros es nuestro carácter, la manera en que los demás pueden identificar en nosotros a Cristo. Esto incluye nuestra integridad, nuestra forma de hablar, de decidir, de relacionarnos… es nuestra tarjeta de presentación que dice: SOY HIJO DE DIOS.
Pablo toma la adopción para ilustrar la nueva relación del creyente con Dios.
Ahora, como ustedes son sus hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a vivir en ustedes. Por eso, cuando oramos a Dios, el Espíritu nos permite llamarlo: «Papá, querido Papá».
Gálatas 4: 6 TLA
“En la cultura romana, la persona adoptada perdía todos sus derechos en su familia anterior y ganaba los derechos de un hijo legítimo en su nueva familia. Se convertía en heredero de las posesiones de su nuevo padre. Asimismo, cuando uno acepta a Cristo, gana todos los privilegios y responsabilidades de un hijo en la familia de Dios. Uno de estos privilegios notables es recibir la dirección del Espíritu Santo.
Quizás no sintamos siempre que pertenecemos a Dios, pero el Espíritu Santo es nuestro testigo. Su presencia en nosotros nos recuerda quiénes somos, y nos anima con su amor divino. Ya no somos esclavos temerosos y viles. Ahora somos hijos del Amo. ¡Qué privilegio! Debido a que somos hijos de Dios, disfrutamos de grandes riquezas como coherederos”.
Tomado del Comentario Biblia Diario Vivir
Debemos estar a la expectativa, ahí donde Él nos puso podemos transferir a los demás todo lo que recibimos de Él, porque nuestra identidad se expresa en las acciones.
Que la claridad de la obra y vida del Espíritu en nosotros sea nuestro sello distintivo.
El Señor desea moverse y expresarse en vos y en mí, sólo tenemos que pedírselo y obrar en consecuencia.
Solo así como cristianos individualmente y como iglesia, no dependeremos de nosotros mismos sino del Espíritu de Dios que nos da identidad y recuerda nuestro propósito.
En este tiempo de tantos y continuos cambios, cuando la identidad del Reino es totalmente diferente a la que la sociedad propone, ser “hijos visibles” es un desafío de todos los días. Es confrontar pacíficamente y en amor las leyes de este mundo.
Pablo dice que el Espíritu Santo se une a nuestro espíritu y es en esa unidad y empatía que somos transformados continuamente y experimentamos la paternidad santa de Papá. Dios quiere ser Padre y Cristo nos compartió esa oportunidad, el día que decidiste por Cristo, ese día no sólo cambió tu vida, sino que heredaste las promesas… son todas tuyas, absolutamente todo lo que Dios quiere darte es tuyo, nadie te lo puede quitar. Es el Espíritu Santo que está en tu vida, el que te dará testimonio de que eres hijo/ hija de Dios.”
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