Paciencia infinita

Todos pueden estar seguros de que esto es cierto: Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, siendo yo el peor de ellos.  Por esta misma razón, Dios tuvo misericordia de mí para mostrar que Jesucristo tiene paciencia sin límite hasta con el peor de los pecadores. 

1° Timoteo 1: 15-16 PDT

(Énfasis del autor)

Si nos detenemos a meditar en la paciencia de Dios por la humanidad, no podríamos describirla ni recordar las infinitas oportunidades en las que Su Gracia y perdón manifestaron Su paciencia. Así como el Padre es infinito e incontenible, así es Su paciencia.

Así, el apóstol Pablo, al enfrentarse al perdón de Dios, descubrió que era totalmente inmerecedor de esa Gracia y de la paciencia que se aplicó sobre él… fue la espera del tiempo oportuno para caer del caballo y ante el Rey de reyes. 

Fue en el camino a Damasco, mientras iba en busca de más cristianos para arrestar, que Jesús se le apareció en una luz cegadora. Me conmueve que en lugar de desatar juicio lo enfrentó consigo mismo. Merecía ser castigado inmediatamente por su persecución, pero Jesús le preguntó: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Lo confrontó con su impaciencia por destruir el evangelio. La pregunta era retórica, la respuesta tenía que escucharla el mismo Saulo.

El perseguidor se perseguía a sí mismo en una desenfrenada misión que lo consumía.  

En su carta a Timoteo, Pablo reconoce su pasado como destructor de la iglesia y testifica sobre la infinita paciencia de Dios hacia él. A pesar de sus hechos lo buscó, llamó, transformó y lo capacitó con la paciencia necesaria para su nueva misión. 

Esta experiencia personal ilustra detalladamente la paciencia de Dios por vos y por mí. No solo perdona nuestros pecados, sino que también nos llama a ser parte y reproducir con amor y paciencia el evangelio. Nos pide ser pacientes con quienes no reciben fácilmente el mensaje. 

Por fin, Saulo se puso de pie, pero, aunque tenía los ojos abiertos, no podía ver nada. Entonces lo tomaron de la mano y lo llevaron a la ciudad de Damasco. Allí Saulo estuvo ciego durante tres días, y no quiso comer ni beber nada.

Hechos 9: 8-9 TLA

Pablo se reconoció como pecador y recibió la paciencia que necesitaba para su propio cambio: perdonarse a sí mismo y vivir un largo proceso de restauración que no terminó en una ceguera de tres días. Dios se tomó tiempo para hacer de Saulo una nueva persona, y durante tres años estuvo en el desierto de Arabia recibiendo las enseñanzas del Espíritu Santo. 

Identificar la impaciencia destructiva requiere observar patrones de comportamiento que pueden manifestarse en ciertas circunstancias como estallidos de ira, intolerancia hacia los errores propios o de los demás, dificultad para esperar y falta de empatía en situaciones conflictivas. Te propongo que leas y pienses en las siguientes preguntas en un tiempo de oración y amistad con Dios. Siempre Papá tiene algo nuevo para ministrarnos 

¿Cómo te tratás a vos mismo cuando cometés errores o enfrentás desafíos personales?

¿Te criticás duramente o te castigás por tus errores y fracasos?

¿Sos capaz de aceptar que te equivocaste?

 

Ruth O. Herrera