Muy temprano el domingo en la mañana, estando aun oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que estaba corrida la piedra que tapaba la entrada. Entonces se fue corriendo a ver a Simón Pedro y al seguidor a quien Jesús quería mucho, y les dijo: — ¡Sacaron el cuerpo de Jesús del sepulcro! No sabemos dónde lo pusieron.
Juan 20:1-2 PDT
(Énfasis del autor)
María Magdalena, una de las mujeres discípulas de Jesús, sufrió la pérdida del Maestro como algo permanente. El dolor le impedía enfrentarse al cuerpo, que ella creía que estaba en el sepulcro. El miedo y la sorpresa provocaron su huida en busca de los hombres. Ya había presenciado el proceso que finalizó en la muerte de su Señor, estaba desbastada para enfrentar otra tragedia como si el miedo la paralizaba para ver. Sin embargo, la resurrección de Jesús transformó su pánico en gozo. María, inicialmente paralizada por la pérdida, se convirtió en la primera mensajera de la esperanza resucitada.
No son pocas las veces que me quedé sin palabras por algún hecho imprevisto y no deseado. Como si el cuerpo no respondiera y necesitara tiempo para reaccionar.
Quizás también te pasó que una noticia te paralizó y no supiste como resolver el momento.
María se quedó afuera de la tumba, llorando. Mientras lloraba, se inclinó para ver dentro de la tumba, y vio a dos ángeles vestidos de blanco. Estaban sentados, uno donde había estado la cabeza de Jesús y el otro donde habían estado sus pies. Los ángeles le preguntaron: —Mujer, ¿por qué estás llorando?
Juan 20: 11-13 TLA
(Énfasis del autor)
Por bueno o malos momentos podemos quedarnos sin saber cómo seguir, la situación parece aplastarnos. Es cuando necesitamos mirar hacia adentro, como lo hizo Magdalena, que sin poder mantenerse en pie se asomó de rodillas para ver lo que le parecía imposible.
La historia de María Magdalena es de milagros y rencuentros. Jesús le devolvió la dignidad, el sentido de vida plena y la hizo una mujer destinada a cumplir el plan perfecto. Es como tu historia y la mía, con distintos conflictos y realidades, pero con el encuentro del Redentor y Sanador de nuestras vidas.
Cómo ella, muchas veces necesitamos escuchar esa pregunta que re direcciona nuestro pensamiento y nos alinea con la fe… ¿Por qué estás llorando?
Hoy vivimos días de incertidumbre social y estamos rodeados de falta de fe, por eso necesitamos enfrentarnos a nuestras tumbas… que no son de mal sino de victoria.
Necesitamos ser hombres y mujeres que a pesar de las noticias corramos a buscar a quienes necesitan ver la tumba vacía. Aun cuando nos cuesta el día a día Jesús nos envía ángeles que nos preguntan… ¿Por qué lloras? ¿Por qué dudas? Y si sos capaz de mirar con los ojos de la fe vas a ver el milagro.
Apenas dijo esto, volvió la cara y vio a Jesús allí, pero no sabía que era él. Jesús le dijo: —Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? María pensó que estaba hablando con el que cuidaba el jardín donde estaba la tumba. Por eso le dijo: —Señor, si usted se ha llevado el cuerpo que estaba en esta tumba, dígame dónde lo puso y yo iré a buscarlo. Jesús le dijo: —María. Ella se volvió y le dijo: — ¡Maestro!
Juan 20: 14-16 TLA
Ruth O. Herrera
