Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.
Santiago 1:18 (RVR60)
Dios nos eligió. Por su propia voluntad nos dio la posibilidad de nacer de nuevo, nos engendró por la palabra de verdad. Esta obra espiritual completa, a través del sacrificio de Cristo, nos regala propósito. Tu vida y la mía tienen un nuevo sentido: somos primicias de sus criaturas.
El pueblo de Israel sabía muy bien qué significaban las primicias: en el libro de Éxodo, Dios se había adelantado a la futura prosperidad que disfrutarían y les había dado todo un sistema legal cuidadosamente estructurado. La ley establecía cuántas fiestas debían celebrar y qué debían hacer en cada una de ellas. En la fiesta de las cosechas, se traían los mejores de los primeros frutos de la tierra para ofrendarlos a Dios.
Traerás lo mejor de las primicias de tu tierra a la casa del Señor tu Dios.
Éxodo 23:19a (LBLA)
Con este antecedente histórico, pensá ¡qué privilegio representa el hecho de que el Señor nos considere sus mejores frutos! En la época actual, nuestra realidad cotidiana es muy distinta: trabajamos, obtenemos un salario y luego compramos los productos que necesitamos para subsistir.
Para nosotros, la realidad divina de “ser las primicias de Papá” nos recuerda que toda nuestra vida le pertenece y, por lo tanto, está consagrada para él.
Ahora bien, como hijos de Dios, sabemos que nuestra vida es suya porque nos hemos elegido mutuamente. De hecho, hemos respondido libremente a su entrega. Lo amamos porque Él nos amó primero. Sin embargo, aunque seamos suyos, todos los días podemos actualizar esa decisión de consagrarnos, separarnos para Aquel que dio su vida por nosotros.
¿Cómo podemos hacerlo de manera práctica? Cada uno deberá encontrar, bajo la guía del Espíritu, cuáles son las áreas de su vida que aún necesitan ser entregadas completamente a Dios. Y, una vez obtenida la respuesta, elegir actuar en consecuencia.
El Señor ya te ha consagrado, ahora te toca a vos encaminarte para que esa realidad espiritual se haga visible en tus acciones.
Mónica Lemos