Le preguntaron: – ¿Qué debemos hacer para realizar las obras que Dios quiere que hagamos?
Juan 6. 28 DHH
Unas personas que siguieron a Jesús después de haber sido alimentadas de manera milagrosa le hicieron la pregunta con la que comienza este devocional: ¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras que Dios quiere que hagamos?
Todo aquel que se acercó o se está acercando a Jesús en algún momento se habrá planteado esta pregunta o se la planteará, quizás no con esas palabras, pero sí con el mismo sentido: ¿Qué acción bajo mi responsabilidad hará posible y palpable el propósito de Dios en mi vida?
Algunos santos interpretaron que era una vida contemplativa, de profunda meditación en la Palabra y grandes privaciones, lejos de toda “vida mundana”; mientras que algunos otros se entregaron vehementemente a obras de caridad y solidaridad para con los más necesitados. Hay quien también sostiene que su única tarea es servir fielmente dentro de su iglesia local; y hay quien considera que debe dedicarse a tiempo completo a hablar del evangelio a personas que no conocen de Cristo fuera del templo. Y esto es por nombrar solo algunas…
Si hago un breve repaso de mis años de cristiana, creo que pasé por todas esas interpretaciones, pero no tuve un éxito rotundo en ninguna. Y debo decir que cada una de ellas correspondió a distintas etapas que concluyeron a veces de manera positiva y otras tantas, con una sensación de fracaso.
Entonces, ¿qué debo hacer para realizar las obras que Dios quiere que haga, esas obras que el Pastor me invita a esperar y capturar casi todos los domingos? Jesús fue directo al punto:
Jesús les contestó: – La única obra que Dios quiere es que crean en aquel que él ha enviado.
Juan 6.29 DHH
Jesús nos pide que creamos en él. Así de simple. Así de complejo. ¿Complejo? Sí, debo admitir que al menos a mí, me resulta un poco complejo primero creer que él quiere obrar en mi vida, y segundo, me resulta difícil “simplemente” creer en él y no pensar que es mi propio esfuerzo el que dará resultado, el que me hará “merecedora de”.
La gente de ese momento también tenía dificultades para creer, incluso después de haber sido alimentada de manera milagrosa:
Le preguntaron entonces: – ¿Qué señal puedes darnos, para que al verla te creamos? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto.
Juan 6.30-31 DHH
Pero Jesús redobló la apuesta. Él no “repitió” el milagro, sino que se presentó él mismo como el milagro.
Y Jesús les dijo: – Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca tendrá hambre; y el que cree en mí, nunca tendrá sed. [….] La voluntad de mi Padre es que todos los que miran al Hijo de Dios y creen en él, tengan vida eterna.
Juan 6. 35 y 40 DHH
Creer en él es suficiente, por el hecho de que Él es suficiente. Yo puedo hacer cosas, pero, aunque no las hiciera, Él ya es suficiente para darme vida plena y eterna. Y esa vida eterna se puede saborear ya desde acá, viendo las obras del Padre, incluso en tu vida. El reino de Dios se ha acercado, ¡este año también!
Solo tenés que creer.
Yan So