Tu pueblo reconstruirá las viejas ruinas y afianzará los cimientos puestos hace siglos. Llamarán a tu pueblo: “reparador de muros caídos”, “reconstructor de casa en ruinas”

Isaías 58:12 DHH

 

Este pasaje es tremendo, hablando de restaurar y ser restauradores. ¡qué bueno será que el Espíritu Santo nos auxilie para poder comprender la profundidad de ser reconstructores!

La palabra restaurador tiene también el significado de ser albañil. Así que al aceptar el desafío de provocar cambios somos albañiles.

 

En el tiempo histórico en que el profeta hablaba el muro era fundamental porque rodeaba toda la ciudad protegiéndola, y lo edificaban alrededor de las casas. Cuando los enemigos atacaban lo primero que hacían era dar una vuelta frente al muro para ver si había alguna rajadura… un espacio por donde ingresar. Si lo había podían pasar a través de ese lugar y atacar e invadir la ciudad de noche.

 

La versión R Valera habla de “reparador de portillos”, la palabra portillos significa “grieta”, el lugar donde el muro comienza a agrietarse, a rajarse. El Señor dice que somos llamados a restaurar esas grietas. Somos los constructores y reparadores de Dios en la tierra.

 

Una de las verdades que surgen al desarrollare pasaje es una mirada interna.

La iglesia, nuestro cuerpo tiene que estar unido, eso no quiere decir que pensemos igual, pero no tiene que haber grietas entre nosotros.

Pastor Gabriel Nonini

 

Se ha hablado mucho acerca de la importancia de la unidad de la iglesia. Humanamente, es imposible de lograr que nunca surjan desacuerdos y desencuentros, pero nuestra decisión debe ser provocarnos a la unidad de manera genuina porque es la condición que Jesús dio para que el mundo creyera en el mensaje del evangelio.

No se trata de ser uniformes, iguales, sino de utilizar nuestras diferencias para construir juntos y de trabajar enfocados en mantener la unidad que solo el Espíritu de Dios puede producir.

Las relaciones cercanas producen ciertas fricciones, la iglesia como comunidad no está exenta de experimentarlas. No es sano taparlas, ni fingir que no existen. Al contrario, debemos tener la disposición de resolverlas, “reparar” esas rajaduras que se producen entre nosotros porque son las circunstancias que dan lugar a que el enemigo se infiltre y atraviese ese muro de protección que nos provee la unidad.

 

Seguramente conocés casi de memoria los textos que hablan sobre cómo mantener nuestras relaciones saludables:   ejercitar el perdón; ser solícitos en guardar la unidad del Espíritu; no dejar que el sol se ponga sobre el enojo y otros… Sumado a estos el autor de la carta a los Hebreos nos pide que no permitamos que alguna raíz de amargura quede escondida y pueda dar frutos de desunión.

 

Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;

Hebreos 12:15 RVR60

 

El pedido del autor adquiere mayor claridad cuando sabemos cuál es la función de las raíces. Aunque no son visibles sin ellas una planta no puede crecer. Su trabajo es fijar la planta al suelo y transportar el agua y los minerales que absorbe de la tierra y almacenar los nutrientes para que una planta se desarrolle.

 

O sea, si no dejamos que la raíz se arraigue no habrá planta de amargura que pueda brotar. Por eso es fundamental resolver en forma inmediata toda diferencia que pueda ocasionar conflicto, porque si se posterga la raíz seguirá creciendo, crecerá una planta contaminada y nos estorbará y muchos pueden ser corrompidos.

 

Trabajemos juntos, para que el muro de nuestra iglesia sea tan firme y sólido que ningún enemigo pueda infiltrarse para atacarnos y debilitar la obra que el Espíritu quiere hacer en nosotros.

 

Mónica Lemos

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