El charlatán hiere con la lengua como con una espada, pero la lengua del sabio brinda sanidad.
Proverbios 12:18 (NVI)
Este es un texto muy conocido que, en estos tiempos, conviene tener presente. Diariamente observamos palabras y acciones violentas en distintos ámbitos. Y en este contexto, muchas veces una palabra sabia y una acción concreta pueden evitar muchos males.
Hay una historia bíblica que ilustra muy bien lo que quiero decirte. Se trata de David y Abigail. La resumo en pocas frases: David estaba con sus hombres en un desierto donde también estaban los pastores de Nabal, un próspero y desalmado hombre de negocios. David mandó a los suyos a pedirle comida a Nabal y este no solo se la negó, sino que respondió ásperamente. David se enfureció por esto y salió con cuatrocientos hombres armados y listos para no dejar vivo a ninguno de la familia del ingrato comerciante.
En ese momento entra en escena Abigail, la esposa de Nabal, quien enterada de la situación inmediatamente sale al encuentro de David con provisiones para sus hombres. Ella fue sabia en palabras y en hechos y así logró evitar una matanza.
En ese preciso momento, llegó Abigail. Al ver a David, se desmontó de su asno y se postró rostro en tierra, inclinándose ante él. Se arrojó a sus pies, y le dijo:—Señor mío, permítame hablarle, le pido que me escuche. Yo tengo la culpa de lo que pasó. Yo no vi a los hombres que usted mandó. No ponga atención al insensato de Nabal… El SEÑOR ha evitado que usted mate gente inocente… Su servidora le ha traído este regalo para que les dé a sus hombres. Cuando el SEÑOR cumpla lo que le prometió, lo hará a usted líder de Israel. Cuando eso suceda, ¿querrá usted tener el recuerdo de una masacre? ¿Querrá tener fama de alguien que no espera a que Dios le resuelva los problemas? Le ruego que se acuerde de mí cuando el SEÑOR le haga líder de Israel.
1° Samuel 25: 23-25a, 26a, 27; 31 (PDT)
(Énfasis del autor)
Siempre admiré la sabiduría y el coraje de esta mujer. Encaró el problema de frente. Fue hacia David, le habló; se echó la culpa de una situación que ella no había generado; apeló a la promesa del Señor sobre su siervo para hacerlo recapacitar y además satisfizo la necesidad de comida de sus soldados.
Tal vez es poco probable que vivamos una situación tan extrema, pero cada uno de nosotros puede apaciguar los ánimos y evitar que escale la tensión si estamos atentos, sensibles al susurro del Espíritu y utilizamos la sabiduría que Él está dispuesto a darnos.
Mónica Lemos