Ser parte

 Pues tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero, y me dieron alojamiento.  Estuve sin ropa, y ustedes me la dieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a verme.”   Entonces los justos preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre, y te dimos de comer? ¿O cuándo te vimos con sed, y te dimos de beber?  ¿O cuándo te vimos como forastero, y te dimos alojamiento, o sin ropa, y te la dimos?  ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?”  El Rey les contestará: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron.” 

Mateo 25:34b-40 DHH
(Énfasis del autor)

William C. Morris (1864-1932) fue un inglés huérfano de madre desde su infancia, que había ido a la escuela solo hasta tercer grado. En plena juventud llegó a la Argentina y se dedicó a trabajar como jornalero en uno de los barrios pobres de Buenos Aires: La Boca. Allí Inició, con su joven esposa, una escuela para niños desamparados y salió a buscar candidatos: chicos y muchachos que quisieran aprender a leer escribir, y a quienes enseñarles La Biblia. Se acercaron algunos, pero como le pasaría siempre a lo largo de su vida, los que llegaban tenían más necesidad de un plato de sopa o un tazón de leche que del abecedario. 

Él los alimentaba, les enseñaba a leer y a escribir, a sonarse la nariz, lavarse la cara y saludar por las mañanas. El lugar era sostenido con sus propios recursos de obrero, en el que se consideraba por aquel tiempo «el peor barrio de Buenos Aires».  Así comenzó una labor de rescate de la niñez desvalida, que fue creciendo en forma insospechada. Fundó, además, escuelas de artes y oficios, cursos de telegrafía y de música, clases nocturnas y un hogar para niños desamparados, ubicado en Longchamps. 

Este «inglés de la valijita» recorría incansablemente todo el centro comercial y empresario de la Capital Federal, procurando interesar a gente de todos los niveles en las necesidades de la niñez, convirtiéndose «indiscutiblemente en uno de los personajes más populares del Buenos Aires del primer cuarto de siglo», reconocido por las autoridades educacionales y por el periodismo de la época. Lamentablemente no le faltó la oposición de elementos clericales que, si bien no hacían obras como las de Morris, querían impedir que las hiciera cualquiera que militara en el cristianismo protestante. Afortunadamente tuvo también sus sostenedores, incluso en las esferas oficiales. La receta de Morris no tenía misterio, y se la explicó al presidente Julio Argentino Roca el día que pudo entrevistarlo: «¿Con qué hombres realiza usted su obra?», le preguntó el general. A lo que Morris respondió: “Con los que encuentro”.

Si hoy W Morris pasara cerca de tu rutina, ocupaciones, ministerio… ¿Te encontraría? La necesidad siempre se actualiza, y la iglesia, vos y yo tenemos que dar respuesta a los que nos necesitan. Nuestra iglesia tiene espacio para vos en las diferentes áreas de ayuda social y te necesitamos. Y en tu cuadra, tu barrio, a la vuelta de la esquina, siempre hay a quien ayudar de alguna manera. Dejate encontrar.

Pasaré por este mundo una sola vez; si alguna palabra bondadosa puedo pronunciar, si alguna acción amorosa puedo efectuar, diga yo esa palabra, haga yo esa acción ahora, pues no pasaré más por aquí”.

W Morris

Como siempre decimos: Somos el abrazo del Padre. Y lo somos cada día, en cada situación y con todo aquel que nos rodea.

 

Ruth O. Herrera