Poco después, Jesús comenzó un recorrido por las ciudades y aldeas cercanas, predicando y anunciando la Buena Noticia acerca del reino de Dios. Llevó consigo a sus doce discípulos, junto con algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y enfermedades. Entre ellas estaban María Magdalena, de quien él había expulsado siete demonios; Juana, la esposa de Chuza, administrador de Herodes; Susana; y muchas otras que contribuían con sus propios recursos al sostén de Jesús y sus discípulos.
Lucas 8: 1-3 NTV
Jesús recorría las aldeas comunicando, predicando y anunciando el evangelio del Reino, y los 12 discípulos lo seguían junto a algunas mujeres. Ellas iban con Jesús y anunciaban con Él el evangelio, y una de ellas era María la que llamaban Magdalena. Esta mujer había sido libre de la opresión y la esclavitud del enemigo. Su transformación fue contundente y visible.
Otras mujeres también lo seguían, eran de diferentes condiciones económicas, pero todas lo reconocían como el Mesías. Colaboraban sustentando, sirviendo en diferentes necesidades y acompañando al grupo. Ellas también eran sus discípulas.
Como tantas veces hablamos de los discípulos y sus diferentes tareas, cada una de estas mujeres nos deja un mensaje que es tremendo y precioso. Cuando comenzás a andar, a caminar con Dios, suceden cosas tremendas como pasó en la vida de María Magdalena.
Jesús atraía con su especial magnetismo a vidas rotas, quebradas y a otras que disfrutaban de poder político, militar, social y económico.
Mucha gente seguía a Jesús; y él se volvió y dijo: Si alguno viene a mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aún más que a sí mismo, no puede ser mi discípulo.
Lucas 14: 25-26 DHH
Todo aquel que creía en Jesús podía ser discípulo del Maestro, por eso el poder político y económico también fue parte de su ministerio.
Sin que hoy hagamos asociaciones o comparaciones tenemos que alcanzar a todos y traerlos a Jesús.
El Maestro lograba ese equilibrio que a nosotros suele costarnos tener, y miraba más allá de la condición aparente. La Biblia dice que le servían con sus bienes, y esto muestra que lo hacían con todo lo que eran.
Hoy sea cual sea tu condición social, económica, familiar, etc. podés decir por amor al Señor: “Yo voy a anunciar el evangelio, con todo, y alrededor mío sucederán cosas que aun ni imagino”
Seas quien seas, cualquiera sean tus posibilidades tenés que empezar con lo que tenés a servir a Cristo.
Lo más efectivo será que lo hagas con tu mejor carácter, como una persona amable, aunque no sepas mucha teología el Señor te va a usar y mucho.
Si sos una persona amigable, y podés abrir tu corazón y tus manos, el Señor abrirá Su corazón y Sus manos y te dará abundantemente mucho más de lo que esperás.
Pero tiene que haber un antes y un después, un giro, tenés que empezar a concebirte como un instrumento de Dios, como un hijo, una hija de Dios, y anunciar el evangelio, aunque no sepas las 4 leyes espirituales, aunque no seas prolijo, tu garantía es que en tu vida habita el Espíritu Santo de Dios.
Lo que quiere Dios es despertar en tu conciencia y en tu corazón la fe que te provoque a predicar un mensaje que haga la diferencia.
Si nos callamos estamos como muertos, tenemos que saber vivir bajo la tensión que provoca el anunciar las buenas noticias, el anunciarle al mundo que Cristo murió y resucitó, así como las mujeres se expusieron al seguir al Maestro y cada una desde su realidad fue parte del Reino.
Sumate al plan de Dios sin excusas, no te des por vencido antes de empezar, no hagas cuentas según tu propio caudal… Todos, mujeres y hombres de todas las edades somos llamados a ser discípulos de CristoPastores Hugo y Ruth Herrera
