Soberanía

«Estad quietos, y conoced que yo soy Dios«.

Salmo 46:10 RV1960

(Énfasis del autor)

 

El silencio también puede ser un acto de fe y espera en el Señor para descubrir lo que realmente tiene para tu vida y la mía. Tiempo para reconocer y aceptar que hay momentos en los que solo debemos confiar y esperar pacientemente. Tiempo para asimilar lo que nos pide y darle nuestro sí.

Este salmo nos inspira a desarrollar una actitud de quietud y silencio para reconocer la soberanía de Dios y esperar Su intervención.

El apóstol Pablo lo resumió magistralmente al reconocer, en tiempos en que su vida corría peligro, que estaba dispuesto a conocer, esperar, aceptar y obedecer.

 

Porque por medio de la ley yo he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí.

Galatas 2: 19-20 DHH

 

Esta declaración nos confronta, es la convicción de un hombre que se había negado a sí mismo tomado la cruz de Cristo como propia. Pablo descubrió que estar crucificado con Cristo es aprender a vivir con Él en esa constante y difícil decisión de conocer a Dios como soberano.

Dios habita en las alturas, pero también está en el llano, en la calle, en los problemas siempre conmigo. En las cosas más simples y más pequeñas, y en las más trascendentales de mis días. 

El apóstol vivió y aprendió esta experiencia, por eso dijo: ahora lo que vivo en la carne lo vivo en la fe del Hijo de Dios”

¿Cómo es realmente estar crucificado con Cristo y no vivir ya la vida que quiere uno sino vivir la vida que quiere Jesús? Estar “cada día crucificado” es darle continuamente nuestra voluntad.

Y su promesa se debe, no por nuestras propias fuerzas, sino dejando que el Espíritu haga en nosotros “el querer como el hacer”.

Te propongo terminar esta serie de devocionales con una charla profunda con Papá para descubrir y decidir en qué áreas de tu vida todavía no es tu Soberano.

 

Ruth O. Herrera